Sáchica, un pequeño municipio ubicado en el departamento de Boyacá, a unos 32 kilómetros al oeste de Tunja, es conocido hoy en día como 'la Jerusalén de Colombia', un título que ha ganado por su fuerte tradición religiosa, reflejada en la representación en vivo de la Semana Santa que sus habitantes han escenificado durante más de medio siglo.
Sin embargo, este pintoresco pueblo, a unas tres horas de Bogotá, tiene una historia que va más allá de su devoción espiritual, remontándose a un pasado donde, hace apenas 50 años, su vida cotidiana recordaba a la Edad Media.
Sáchica, joya religiosa e histórica
Con una población que ronda unos 4.000 habitantes, Sáchica no es solo un epicentro de turismo religioso, sino también un lugar que ha sabido preservar su arquitectura colonial y sus antiguas tradiciones.
El Templo Doctrinero, uno de sus principales atractivos, data del siglo XVI y es testimonio de la herencia virreinal que aún pervive en las calles adoquinadas del pueblo. Pero más allá de su aspecto externo, la vida en Sáchica en décadas pasadas estaba marcada por una realidad mucho más sombría y anacrónica.
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¿Por qué recuerda a la Edad Media?
Rememorando una crónica publicada en el diario El Tiempo, el 28 de octubre de 1978 fue un día que las diez familias campesinas que vivían a las afueras de Sáchica nunca olvidarán. Estas familias, que subsistían en condiciones extremadamente precarias, fueron desalojadas de sus tierras por un tractor que arrasó sus cultivos de cebolla.
A este acto le siguieron detenciones arbitrarias y un trato indigno por parte de las autoridades locales, reflejando un sistema casi feudal en pleno siglo XX.
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Estas familias vivían sin acceso a servicios básicos como el alumbrado eléctrico o la atención médica, y en condiciones de extrema pobreza que recordaban las penurias de la Edad Media. Sus niños, en su mayoría analfabetos, eran víctimas del hambre y la enfermedad.
Muchos de estos campesinos desconocían incluso el nombre del entonces presidente de Colombia, viviendo aislados del resto del país en una suerte de bastión feudal a unas tres horas de la capital.
El sistema bajo el cual estas familias trabajaban era una reminiscencia de las obligaciones feudales: debían laborar gratuitamente cuatro días al mes para el dueño de una floreciente hacienda en la que residían, en cumplimiento de una "obligación" que parecía sacada de los libros de historia.
Este tipo de prácticas, que se creía extintas hace siglos, demostraban que, en Sáchica, la Edad Media no era solo una referencia lejana, sino una realidad vivida por muchos hasta hace relativamente poco tiempo.
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Hoy en día, Sáchica ha dejado atrás gran parte de esas sombras de su pasado. Con una economía basada en el turismo religioso, la agricultura y la minería, el municipio ha avanzado significativamente, aunque no olvida su historia.
Sáchica es, sin duda, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan. Sus templos y procesiones religiosas son solo una parte de su identidad; la otra está compuesta por las historias de aquellos que vivieron y sufrieron en un tiempo que, aunque reciente, parece tan distante como la misma Edad Media.
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