En su reflexión dominical, el pastor Andrés Corson recuerda que todos atraviesan desiertos, esas etapas difíciles entre un sueño dado por Dios y su cumplimiento. “El desierto es el espacio entre la esclavitud y la tierra prometida, entre la pobreza y la prosperidad, entre la enfermedad y la sanidad”, explicó.
A través de ejemplos bíblicos como José, David e Israel, el pastor mostró como Dios utiliza estas pruebas para formar carácter, probar la fe y preparar para el propósito que tiene reservado. Como lo dice Santiago 1:2-3, “Consideren como un privilegio enfrentarse a pruebas, porque producen resistencia”.
Corson destacó que uno de los mayores propósitos del desierto es acercarse a Dios. "En el desierto, Dios nos habla. La palabra hebrea para desierto, midbar, también significa hablar", mencionó, citando Deuteronomio 8:3: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Finalmente, Corson recordó que Jesús mismo vivió un desierto y dio ejemplo de cómo enfrentarlo: con alegría, oración y la palabra de Dios. “Fijemos la mirada en Jesús, quien soportó la cruz por el gozo que le esperaba”, citó de Hebreos 12:2.
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