En su reflexión dominical, el pastor Andrés Corson
nos invita a contemplar la sanidad desde una perspectiva bíblica y espiritual, recordando que “por sus heridas, ya hemos sido sanados” (1 Pedro 2:24). Corson resalta un detalle poderoso: “En ningún lugar de la Biblia se nos muestra a Jesús enfermo”, y aunque pudo haber enfermado, lo que la Escritura sí afirma es que Él “cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores” (Isaías 53:4) al ser azotado antes de ir a la cruz. Esta verdad revela que la sanidad no es una promesa futura, sino una realidad consumada que requiere fe activa y confesión firme.
A lo largo de su mensaje, el pastor comparte su experiencia personal frente a la enfermedad y cómo, por crecer rodeado de dolor físico, aprendió a resistirlo, pero también se volvió insensible. Esta vulnerabilidad le sirve para enseñarnos que Jesús, a diferencia de nosotros, “sí se compadece de nuestras debilidades” (Hebreos 4:15).
Finalmente, Corson enfatiza la importancia de no darle lugar a la enfermedad con nuestras palabras, actitudes o hábitos. Nos exhorta a maldecir la enfermedad, orar con fe, tomar pasos de acción (como levantarse de la cama o ir a trabajar) y buscar sanidad también a través de la iglesia, “porque la oración de fe sanará al enfermo” (Santiago 5:15).
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