Cargada con los cirios que piensa encender en el santuario de Fátima, en Portugal , Rosalina Barros forma parte de los peregrinos católicos que el miércoles dedicaron sus oraciones a las víctimas del coronavirus.
Como cada año, Rosalina ha viajado a esta ciudad, a 130 km al norte de Lisboa, desde Madeira, un archipiélago portugués del océano Atlántico. En esta ocasión, para cumplir una promesa relacionada con el COVID-19 durante su peregrinación.
"Este año, vengo a agradecerle a la Virgen María que haya salvado a varios familiares míos que se contagiaron del coronavirus", explicó la mujer de 61 años, con UN fuerte acento insular.
Esta es la primera peregrinación del año, un acto que en 2020 no pudo celebrarse a causa de la pandemia, y sus organizadores establecieron en 7.500 fieles la asistencia máxima, para garantizar el respeto de las distancias dentro del recinto -al aire libre- que, en general, puede acoger a hasta 300.000 personas.
Publicidad
Este límite hizo que durante los dos días de celebraciones varios grupos de fieles se aglutinaran en las diferentes entradas del santuario, al que no pudieron entrar por haber llegado demasiado tarde.
Con mascarilla y repartidos por toda la explanada, de varios centenares de metros, de delante de la basílica de Nuestra Señora del Rosario, los miles de peregrinos tuvieron que turnarse para expresar su fe encendiendo cirios o rezando frente a la Capilla de las apariciones, levantada en el lugar en el que tres jóvenes pastores afirmaron haber visto a la Virgen en 1917.
Publicidad
Según la tradición católica, María se les habría aparecido en seis ocasiones ese año, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre.
"Soñar en un mundo mejor"
"Los tiempos son duros con esta pandemia", afirma Elsa Pacheco, una banquera de 51 años. "[La pandemia] tiene que terminar y como la peregrinación fue cancelada el año pasado, este año realmente queríamos hacerla, para pedirlo", comenta la peregrina, visiblemente emocionada, en compañía de otros 17 fieles que recorrieron 130 km durante tres días hasta llegar al santuario.
Al caer la noche, la explanada queda iluminada por la multitud de cirios que portan los creyentes en silencio, de pie o sentados en sillas plegables, durante la tradicional procesión de velas, un momento culmen de las celebraciones de mayo, que tiene lugar en la noche del primer día.
Publicidad
A causa de las restricciones, los peregrinos debían ocupar unos círculos pintados en el suelo, separados entre sí, en grupos de cuatro personas como máximo.
"El mundo, cansado por la pandemia que todavía dura, necesita que nos arriesguemos a soñar [...] que nos atrevamos a soñar en un mundo mejor", declaró en su homilía el cardenal portugués José Tolentino Mendonça, que presidió la misa de la mañana del jueves, regada por la lluvia, desde el altar erigido en la explanada. El de Fátima es uno de los santuarios marianos más frecuentados del mundo, como el de Lourdes, en Francia.
Publicidad
Después de seis meses de estado de emergencia sanitaria y de haber ocupado, durante varias semanas el pasado invierno, los primeros puestos en número de casos de COVID-19 respecto a su población, Portugal inició el pasado 1 de mayo la última etapa de un desconfinamiento gradual que, de momento, no ha provocado ningún repunte de la pandemia en el país, de 10 millones de habitantes.