Reducir a la mitad el desperdicio alimentario podría evitar que hasta 153 millones de personas sufran hambruna.
Esta reducción también podría disminuir en un 4% las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la agricultura.
La FAO y la OCDE reconocen que lograr este objetivo requiere cambios profundos tanto por parte de los consumidores como de los productores.
Actualmente, casi un tercio de los alimentos destinados al consumo humano se pierden o desperdician, según la FAO.
El desperdicio de alimentos implica un despilfarro de recursos como semillas, fertilizantes, agua y energía, además de contribuir al calentamiento global.
En los países en desarrollo, la falta de instalaciones adecuadas para conservar cosechas en buen estado es un problema, mientras que en otras regiones, el consumo excesivo conduce a toneladas de alimentos desperdiciados.
Más de la mitad de las pérdidas y desperdicios son de frutas y verduras debido a su naturaleza perecedera y corta vida útil.
Reducir el desperdicio alimentario podría aumentar el suministro de alimentos y bajar los precios, mejorando el acceso a la comida para las poblaciones de bajos ingresos.
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