“Yo vivía en Neira, Caldas. Recuerdo escuchar las novelas. Cuando llegó el radio en el gobierno de Rojas Pinilla escuchábamos las noticias”, recuerda doña Fanny Vélez Botero, en medio de su anticuario familiar, ubicado en la localidad de Chapinero, en Bogotá.
“Recuerdo a ‘Kalimán’ con Gaspar Ospina en -Camilo El valiente-, con Fabio Camero, que era el protagonista. El oficio de nosotros cuando éramos niños era escuchar esas novelas”, rememora la señora María a sus 62 años.
“Tal vez el único objeto tecnológico que había en ese momento, estamos hablando de 50 años atrás, un radio Telefunken alemán, estamos hablando por ahí de 1954. Desde que yo estaba muy pequeño, ese radio era fascinante, yo lo cuidaba, lo limpiaba, cuando fui creciendo y al radio le fallaba algún repuesto, un tubo de vacío, o algo, yo trataba de conseguirlo”, señala el profesor Jorge William Montoya Santamaría, uno de los coleccionistas que más radios tiene en Colombia.
Él es doctor en epistemología en historia de las ciencias y docente en la Universidad Nacional. Hizo una donación de al menos 200 cajas mágicas de todas las épocas, tamaños, colores, formas, para consolidar lo que será el Museo de la Comunicación, ideado desde la Universidad Minuto de Dios.
Publicidad
“Fundar un museo del radio en Colombia y las comunicaciones, estará ubicado en el municipio de Tena, en Cundinamarca, en el Agroparque Sabio Mutis”, indica el docente.
Don Nicolás Carvajal Vélez es propietario del Anticuario El Dorado en Chapinero, uno de los pocos lugares donde se consiguen algunos radios antiguos de colección.
Publicidad
“Tengo unos radios que datan de los años 50, que son construidos en Bakelita, de onda corta, de varias marcas: Phillips, Philco, Olimpia. Y una radiola bien bonita que es con bar capitoniado, que era como las de lujo en los años 40”, explica.
Aún se consiguen los denominados radios transoceánicos, que sintonizan emisoras a kilómetros de distancia. “Es un radio que coge emisoras de todo el mundo y eran cargados en los barcos, en la manija se abre y sale la antena de unos dos metros de largo. La característica del Trans Oceanic, es que coge emisoras de todo el mundo”, añade.
Y es que el profesor Montoya es amante a estos objetos que reproducen el sonido de emisoras y que difícilmente pasarán de moda. Es fiel a conservar la historia a través de la protección de estos tesoros.
“Tal vez los oyentes conozcan objetos creados con bakelita, no es sino recordar los teléfonos antiguos que se pegaban en la pared, que se pegaban normalmente negros o café oscuro; aquí tengo un radio que es de ese material, el frente es un café oscuro, posiblemente de una bakelita más clara y a lado y lado tiene dos perillas. La perilla de la izquierda era para prenderlo y aumentar el volumen y la de la derecha para buscar las emisoras en el dial. Era absolutamente mecánico, funcionaba con una agujita que se desplazaba y con un hilo”, recordó.
Publicidad
Los radios son sinónimo de historia, de recuerdos familiares, de pedaleos de escarabajos, de goles en el fútbol y, sin duda alguna, la compañía para entretener, disfrutar e informar en todo el mundo.
Publicidad
Publicidad