Lo que parecía ser un simple incendio residencial en Waterbury, Connecticut (Estados Unidos) terminó destapando una historia de horror que se había mantenido oculta durante casi veinte años.
El pasado 17 de febrero, los bomberos que acudieron a la emergencia en una vivienda ubicada en la calle Blake descubrieron a un hombre de 32 años en condiciones físicas alarmantes: apenas pesaba 30 kilos, a pesar de medir 1.75 metros.
El hombre, cuya identidad se mantiene en reserva, fue encontrado débil, sucio y desnutrido, tras escapar de un encierro impuesto por su madrastra, Kimberly Sullivan.
Según sus declaraciones, llevaba años sin poder bañarse, obligado a usar periódicos como baño y a orinar a través de una ventana. Su vida se reducía a una habitación de 2.5 metros cuadrados, sin contacto con el exterior, salvo por unos breves momentos diarios para sacar al perro al jardín. Esa libertad parcial incluso fue recortada luego de la muerte de su padre, Kregg Sullivan, en enero de 2024.
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Este caso, divulgado por The New York Times, ha causado conmoción en la comunidad y ha puesto nuevamente bajo escrutinio al sistema de protección infantil de Estados Unidos, pues los signos de maltrato se remontan a la infancia del hombre.
Desde pequeño, sus profesores y compañeros notaron señales de desnutrición, comportamiento inusual y negligencia. El director de su escuela primaria reportó la situación en múltiples ocasiones tanto a la policía local como al Departamento de Niños y Familias de Connecticut. Sin embargo, las autoridades no encontraron pruebas suficientes para intervenir.
Tras ser retirado del sistema escolar con la excusa de recibir educación en casa, el niño desapareció por completo del radar público. Algunos vecinos desconocían incluso su existencia, mientras que sus medias hermanas, Alissa y Jamie, de 29 y 27 años, vivían aparentemente una vida normal.
El incendio fue provocado por el propio joven como último recurso para pedir auxilio. Usando un encendedor encontrado en una chaqueta vieja y una botella de desinfectante de manos, encendió papeles y gritó por ayuda al ver que las llamas se salían de control.
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Fue entonces cuando Sullivan, intentando encubrir los hechos, le permitió salir, le pidió lavarse la cara y ordenó quitar los cerrojos de las puertas antes de la llegada de los bomberos. Sin embargo, debido a su extrema debilidad, el joven colapsó antes de poder escapar por completo.
Kimberly Sullivan fue arrestada bajo los cargos de secuestro, agresión agravada, asalto y crueldad. A pesar de la gravedad de los cargos, se declaró inocente y fue liberada tras pagar una fianza de 300.000 dólares, aunque se le colocó un brazalete electrónico para evitar su fuga.
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