Karthik Rajaram, un exitoso gerente de finanzas de 45 años, personificaba el sueño americano: nacido en India , había llegado a Los Ángeles para estudiar una maestría en finanzas, escalando luego en empresas como Sony Pictures y PricewaterhouseCoopers.
Su habilidad para generar ganancias lo llevó a destacarse en la consultoría financiera, incluso alcanzando la suma de 1,2 millones de dólares en un fondo de riesgo con sede en Londres. Residía con su familia en una imponente mansión en la ciudad de Los Ángeles, un símbolo tangible de su éxito.
Sin embargo, el panorama cambió abruptamente con la crisis financiera de 2008. Rajaram perdió su empleo y, con la explosión de la burbuja hipotecaria, su fortuna comenzó a desvanecerse rápidamente. Las opciones laborales se agotaron y las inversiones que tanto le habían beneficiado se convirtieron en lastres financieros. De repente, el hombre que había sido elogiado como un ganador se encontró luchando contra la ruina económica.
La desesperación y el shock de la pérdida lo llevaron a una decisión trágica el 16 de septiembre de 2008. Rajaram, en un acto de desesperación que conmocionó a la comunidad, adquirió un arma de fuego. Escribió cartas, incluyendo un testamento, que dejó detrás de sí. Una de ellas, dirigida a las autoridades, detallaba las dificultades financieras abrumadoras que enfrentaba y las opciones sombrías que evaluaba: el suicidio o llevarse consigo a su familia.
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Trágicamente, se fue por lo segundo y en un acto de desesperación, acabó con la vida de su esposa, su suegra y sus tres hijos antes de poner fin a la suya propia. El terrible suceso conmocionó a la comunidad local y dejó una huella indeleble en quienes conocían a la familia Rajaram.