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“Me sentía un poco apenada de contarle a la gente, porque yo no me comportaba como todos los humanos, todavía era violenta y brutal, no abría las cosas con las manos sino con los dientes, pero alguien me ayudó mucho”, relató.
Chapman cuenta que nunca comprendió la razón de su secuestro y el posterior abandono en medio de la selva.
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“Nunca entendí qué pasó en ese momento, estaba jugando con unas alverjas, siempre he pensado que me castigaron y me mandaron con esos señores para que me llevaran, pusieron algo en un pañuelo porque eso me puso a dormir muy pesada”, dijo.
“Creo que ellos trataban de escapar conmigo para algún lado y luego decidieron abandonarme y salir corriendo, era un hombre blanco y otro negro”, agregó.
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Chapman, que solo tenía cinco años cuando quedó sola en el bosque, explicó cómo se dio su acercamiento a los monos capuchinos.
“Los monos querían investigar quién era yo, ellos empezaron con el dedo a empujarme pero tenían mucha fuerza, se la pasaban chequeando mi cabeza y mi cara, yo lo único que hacía era llorar desesperada”.
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Al principio los primates se mostraron algo agresivos con Chapman pero poco a poco se fueron acostumbrando a su presencia. Incluso, a medida que pasó el tiempo, ella consiguió entender su lenguaje.
“Cuando era muy alto el sonido que hacían sabía qué debía esconderme, si silbaban tenía que ver con la comida”, contó.
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