A pesar que a Gustavo Sanabria le sobran arrugas en las manos y cara, su voz permanece muy afinada y templada a la hora de proyectar sus canciones mientras hace sus largos recorridos por las montañas del Valle del Cauca.
Este hombre, nacido en el municipio de Pradera hace 90 años, camina con pasos lentos y calculados los pedregosos senderos de la zona rural de Loboguerrero en la vía que comunica hacia Buenaventura.
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Sus ojos son casi tan claros como las canas que adornan su cabeza, las mismas que todos los días cuida del sol con una boina que compró en algún mercado de la región.
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BLU Radio lo encontró mientras bajaba de la vereda Juntas, muy cerca de la finca El madroño, donde, en el mes de marzo, una tragedia dejó sumida en la tristeza a una comunidad indígena tras la explosión de un artefacto que cobró la vida de nueve personas.
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Para Gustavo, el retumbar de un explosivo le acordó las peores épocas de la violencia en las que tuvo que ver amigos fallecer a causa de las balas y familias desplazarse por el retumbar de los fusiles.
“Por favor, que no haya más guerra. Hace muchos años tuvimos que ver aquí, en Loboguerrero, como el verde prado se teñía de rojo por la sangre y los cultivos se dañaban por los enfrentamientos entre guerrilla y Ejército”, contó Gustavo.
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Y es que este humilde hombre le gusta articular cada palabra con otra en ritmo de poesía. Cree fervientemente que el arte logrará salvar al país de la violencia.
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“¿Qué más tenemos sino la patria? Este país es hermoso, tenemos montañas, ríos, mares, tenemos todo para ser felices y no debemos dejar que los calientes fierros (las armas) nos quiten la paz”, agregó.
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A Gustavo lo quieren todos los vecinos de Loboguerrero, lo conocen desde hace más de 50 años cuando fabricaba escobas y trapeadores, un testimonio que no es falso cuando se le ven sus manos gruesas de apretar alambres y enhebrar hilos.
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“No tuve hijos, pero sí le ayudé a criar los que tenía mi esposa. No sé porqué Dios no me los dejó tener. Quizá porque le gustaba que le ayudara a ella a hacer más cosas”, contó Gustavo.
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De un momento a otro, este hombre, nacido el 3 de marzo de 1929, apretó un poco más la correa de su pantalón arrojó el papel que tenía en sus manos y se irguió como un gallo fino y comenzó a cantar.
“La palabra que se dice es una obra y yo quiero hablar por la paz de Colombia y el mundo”, dijo.
“Para vivir la paz tenemos la esperanza de cambiar las esas armas por las banderas blancas y decir ya no más, subiéndolas bien altas, y para un cese al fuego hay que bajar las armas”, cantó.
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Lo hizo a la orilla del río Danubio, que desemboca en Buenaventura, y recordó su juventud pidiéndole al Gobierno Nacional y a los grupos armados que no a activen los cañones de los fusiles.
“Los que vivimos la guerra solamente queremos vivir los últimos días en paz. Ya estoy muy viejo y el día que me toque descansar, que ese día, no suene más metralla” concluyó.
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Vea el video de su canción aquí:
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