Hubert Zafke está acusado de "complicidad" en el exterminio de 3.681 hombres, mujeres y niños judíos que fueron gaseados en el campo de concentración, entre el 15 de agosto y 14 de septiembre de 1945. (Lea también: Auschwitz se ha convertido en el símbolo de la maldad: Estela Goldstein )
El tribunal se había negado a abrir el proceso en junio de 2015, debido a la delicada salud del acusado.
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Sin embargo, esta decisión fue invalidada en una apelación en diciembre, ya que el juez estimó que pese a que el anciano tiene "problemas cognitivos" y su "capacidad física es débil", no está totalmente "incapacitado" para ser juzgado. (Lea también: “Recordar lo que hicimos evitará otra barbarie”: experto sobre holocausto judío )
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Antes del proceso, la fiscalía dijo que Zafke era "consciente de que el objetivo del campo de Birkenau era ser un campo de concentración".
"Con su conocimiento, el acusado prestó ayuda a la organización del campo y por lo tanto estaba involucrado", en el exterminio, señaló la acusación.
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Sin embargo, pese a que hay algunas audiencias programadas para marzo, el calendario sigue estando abierto y va a estar sujeto a la salud del acusado, advirtió este lunes el portavoz del tribunal a la agencia alemana DPA.
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Según la fiscalía, la acusación se refiere a 14 convoyes de deportados llegados a Auschwitz entre el 15 de agosto y el 14 de setiembre de 1944, provenientes de Lyon, Rodas, Trieste, Mauthausen, Viena y Westerbork.
En este tren, el último convoy que partió desde este campo de tránsito en territorio holandés, se encontraban Ana Frank, sus padres Otto y Edith, y su hermana mayor Margot.
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La familia de la adolescente recluida durante dos años en Ámsterdam para escapar de los nazis, cuyo diario íntimo se volvió mundialmente célebre, sobrevivió a la "selección" entre los deportados considerados aptos para el trabajo y quienes eran inmediatamente gaseados.
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Pero, Edith murió de agotamiento en enero de 1945 en la enfermería de Auschwitz, y sus dos hijas, transferidas en el otoño boreal de 1944 a Bergen-Belsen, también sucumbieron a comienzos de 1945 antes de la llegada de las tropas británicas.
En Alemania todavía hay activos una docena de procesos contra antiguos funcionarios de las SS, algunos meses después de que el ex contador de Auschwitz, Oskar Gröning, fuera condenado a cuatro años de prisión.
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Estos juicios tardíos ilustran la voluntad alemana de juzgar "hasta al último" de los criminales del III Reich, tras décadas de un balance más bien regular, marcado por condenas poco frecuentes y sentencias suaves.