En una entrevista con Efe, Ortiz destacó que ambos países están haciendo planes de ciberseguridad "con seguimiento y planificación" para defenderse de una amenaza que incrementa sus ataques "un 15 por ciento cada día".
Este crecimiento exponencial queda reflejado en el último informe de la empresa de ciberseguridad McAfee Labs, que denuncia que en 2015 se contabilizaron 327 nuevas amenazas cada minuto, o más de 5 cada segundo.
"Actualmente, en América Latina, el nivel de seguridad cibernética es muy básico; necesitamos evolucionar muy rápido en los próximos tres años hacia un nivel que nos permita saber qué pasa -cuando tenemos un ataque- y qué respuesta damos", destaca el experto.
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Para Ortiz, las compañías y administraciones públicas en Latinoamérica cuentan con muchos productos de seguridad como cortafuegos, filtraje de contenidos o antivirus y otros, pero el problema es que "no se hablan entre sí, no se platican".
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"Creo que tienen que integrarse. Eso puede solucionar con plataformas automáticas que nos ayuden a que los tiempos de respuesta se minimicen y seamos más eficientes", añadió.
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El desafío de la ciberseguridad tiene otro escalón: los dispositivos electrónicos de consumo.
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El último informe de predicciones para el 2016 de Intel Security denuncia que el principal objetivo de los ciberdelincuentes está en los denominados 'wearables', tecnología ponible, ya que no cuentan con fuerte protección, recogen datos personales y se sincronizan con los teléfonos inteligentes.
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Según Ortiz, el consumidor sabe que existen riesgos pero "no toma conciencia hasta que no los sufre".
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De las amenazas para este año, destacó el ransomware, que es un tipo de programa informático que se instala en el teléfono o en la computadora, secuestra los archivos y solo se pueden recuperar si se paga un rescate.
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Por ello, el responsable de ciberseguridad para Latinoamérica recomienda no guardar contraseñas en el celular, encriptar las cuentas bancarias, tener una sola clave para todos los aparatos y cambiarla frecuentemente. .
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"El teléfono o la tablet son superficies óptimas para que los atacantes lleguen y encuentren información de valor, no invaden estos dispositivos para jugar", añadió.
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El refuerzo por la seguridad tecnológica puede chocar con la intimidad de los usuarios.
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Un ejemplo de ello, es el pulso abierto que mantienen las autoridades estadounidenses con la firma Apple para conocer información de un teléfono usado en la matanza de San Bernardino.
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Esta semana, por ejemplo, en un caso similar un juez de Nueva York se ha negado a obligar a Apple a que desbloquee el iPhone de un particular en un caso de narcotráfico abierto en los tribunales del distrito de Brooklyn, según viene recogido en la sentencia
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Para Ortiz, la línea entre la seguridad y la privacidad es muy delgada y fácil de romper.
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"En el caso iPhone, creo que hay que entender entre el beneficio de una persona frente al beneficio de un país y su seguridad", consideró el experto de ciberseguridad.
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Respecto a la intimidad tecnológica en la vida diaria, distingue entre la información que compartimos en horario de trabajo o con dispositivos de empresa y la que los ciudadanos usan con sus propias herramientas.
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"Yo tengo un celular que me facilita mi empresa y debo entender que el uso privado que pueda hacer de él puede ser vigilado. Estoy avisado. Si no quiero que lo examinen, uso mi propio teléfono", comentó.
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El debate entre ciberseguridad e intimidad sigue abierto. Este dilema, puesto en evidencia en 2013 con la denuncia de Edward Snowden y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos, es el nuevo reto de la sociedades tecnológicas.
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