Las secuelas a largo plazo del COVID-19 representan un desafí o significativo tanto para las personas afectadas como para los sistemas de salud en todo el mundo. Estas secuelas, conocidas como COVID prolongado, se caracterizan por síntomas persistentes que afectan la vida cotidiana de los pacientes y pueden incluir dificultad para respirar, problemas cognitivos, depresión, arritmias cardíacas y más.
El estudio Long-COVID in low- and middle-income countries: The hidden public health crisis revela que entre el 10 % y el 45 % de los infectados a nivel global experimentan COVID prolongado, lo que podría afectar a al menos 65 millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, uno de los desafíos clave es lafalta de protocolos médicos y registros estandarizados para tratar a estos pacientes, especialmente en países en desarrollo.
Luis Felipe Reyes Velasco, líder del Unisabana Center for Translational Science, enfatizó la dificultad de establecer una sintomatología precisa en los pacientes de COVID prolongado, debido a la escasez de información. Los síntomas incluyen dificultades respiratorias, problemas cognitivos y trastornos psiquiátricos, lo que puede tener un impacto dramático en la calidad de vida de los pacientes y en las economías de los países.
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El estudio subraya labrecha de inequidad en países de bajos y medianos ingresos , donde la falta de datos y de conocimiento ha llevado a la ausencia de protocolos médicos y tratamiento adecuado para los pacientes con secuelas a largo plazo.
Para abordar esta crisis de salud pública, los científicos proponen soluciones concretas, como la creación de programas de investigación multinacionales y tratamiento especializado para comprender mejor las necesidades de los pacientes de COVID prolongado. También sugieren el desarrollo de pautas de práctica clínica basadas en la capacitación de médicos, especialmente en atención primaria, para identificar y apoyar a los pacientes afectados.
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Esta llamada a la acción busca garantizar que los países con menores ingresos no se queden rezagados
en la atención de las secuelas del COVID-19 y estén mejor preparados para futuras amenazas de salud pública, contribuyendo así a una respuesta más efectiva y equitativa frente a emergencias sanitarias.
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