La principal hipótesis sobre el funcionamiento del alzheimer recibe cada vez más críticas, hasta el punto que los científicos se preguntan si siguieron una falsa pista en las últimas décadas en la búsqueda de un medicamento.
La teoría de la "cascada amiloide" sirvió como base en los últimos 20 años de investigación sobre esta enfermedad degenerativa, pero sin que se obtuvieran resultados palpables. A pesar de tratarse de la demencia más conocida y habitual, siguen ignorándose las causas y el funcionamiento del alzheimer.
Una de las pocas certezas es que los enfermos de alzheimer presentan unas placas de proteínas, llamadas amiloides, que se forman alrededor de las neuronas y las destruyen.
¿Pero estas placas representan la principal causa? ¿O la consecuencia de otra patología? Es la principal duda de los científicos.
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Según la teoría de la "cascada", el alzheimer se debe a la formación de estas placas. Sin embargo, esta hipótesis genera cada vez más dudas, tres décadas después de haber sido formulada por el biólogo británico John Hardy.
Un estudio publicado este jueves, 2 de junio, en la revista Nature Neuroscience pone en duda el rol de las placas de proteínas y defiende la hipótesis de que en realidad el alzheimer surgiría en el interior de las neuronas, en lugar del exterior.
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Esta publicación, realizada a partir de análisis en ratones modificados genéticamente para introducir el equivalente del alzheimer, apunta a una posible disfunción de las lisosomas, unos orgánulos celulares que sirven para "digerir" aquellos componentes inútiles o degradados.
"Estos nuevos elementos sacuden las convicciones que teníamos sobre el funcionamiento de la enfermedad de Alzheimer", destacó el biólogo estadounidense Ralph Nixon, que supervisó este estudio realizado en la universidad de Nueva York.
Esta investigación no cambia por sí sola los consensos científicos sobre el alzheimer, puesto que esta hipótesis deberá confirmarse en humanos.
No obstante, forma parte de un cuestionamiento general de la teoría de la "cascada", que guió los esfuerzos en vano de la industria farmacéutica.
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El laboratorio estadounidense Biogen desarrolló el único medicamento autorizado contra esta enfermedad degenerativa, pero su eficacia es cuestionada por la comunidad científica.
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