La epidemia del zika se desató en el país entre 2015 y 2016. 100.000 personas llegaron a verse afectadas y cerca de 19.000 madres gestantes fueron picadas por el mosquito.
Rápidamente los médicos concluyeron que, en miles de esas madres, la picadura había provocado una infección grave que provocaba un síndrome congénito.
Los bebés nacieron con microcefalia, es decir la cabeza excesivamente pequeña, y eso llevó a otros problemas en el desarrollo cerebral. Algunos no pueden sostenerse por sí mismos, no pueden caminar ni hablar, y tampoco tener procesos de aprendizaje.En muchos otros la expectativa de vida es corta y hay problemas adicionales como la epilepsia.
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Pero los investigadores dieron con otra consecuencia de la infección. El Instituto Nacional de Salud hizo un análisis riguroso y concluyó que se estima que de 16.241 niños con antecedente de zika, pero que no presentaron el síndrome, el 39% tiene problemas de audición y de lenguaje, algo hasta ahora desconocido.
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“El 39% de los casos presentaban alteraciones en el desarrollo de la audición y el lenguaje, el 4,6% hemiparesia, el 2,7% hipoacusia neurosensorial y un 2,1% convulsión febril compleja”, dice el informe.
El objetivo de los investigadores era definir qué otros problemas de salud se habían generado en los niños que nacieron sin el síndrome, a pesar de que durante el embarazosus madres fueron picadas por el mosquito y adquirieron el virus.
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Yessica Valencia es una de las madres de una niña que nació con el síndrome, es decir con microcefalia. Dice que su hija depende completamente de ella para vivir.
“Ella no puede quedarse de pie, no puede comer sola ni hablar. Tiene ataques de epilepsias. Tenía once semanas de gestación cuando me contagié del virus. Esto fue una noticia demasiado dura para mi esposo y para mí porque habíamos tenido la pérdida de un hijo y estábamos esperando un bebé durante tres años. Ellos nos dieron la opción de interrumpir el embarazo, pero para mí esa nunca fue una opción porque todo debe estar en manos de Dios”, dice la madre.
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Su hija Samantha no solo tiene microcefalia. También un retraso del desarrollo motor y cognitivo. Su edad es dos años y siete meses, pero su mamá asegura que en realidad su edad real es de tres meses.
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Finalmente, Valencia se queja de un “abandono del Estado” con su caso porque considera que hacen falta más opciones especialmente para lograr atención médica y acompañamiento a estos niños que no pudieron nacer como el resto de la población por una epidemia médicamente muy extraña y que todavía hoy sigue teniendo descubrimientos.
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