La violencia desbordada en el Catatumbo ha forzado a más de 1.200 profesores a abandonar sus puestos de trabajo en la región, dejando a más de 46.000 niños sin clases. La disputa armada entre grupos ilegales ha convertido a los municipios de esta zona del Norte de Santander en un escenario crítico, poniendo en riesgo tanto la vida de los docentes como el derecho a la educación de miles de estudiantes.
El profesor Leonard Lobo, docente de matemáticas en el Instituto Agrícola de San Pablo, en el municipio de Teorama, narró en entrevista con Mañanas Blu cómo él y otros colegas debieron huir precipitadamente: “Nos tocó salir como ladrones, corriendo, sacando las pocas cosas que logramos y dejando todo atrás. La prioridad era resguardar nuestras vidas”.
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La crisis humanitaria que afecta a la región
La situación en el Catatumbo es más que alarmante. Según las autoridades, el conflicto armado ha dejado a cientos de familias desplazadas y hacinadas en refugios improvisados en municipios como Ocaña. Lobo, quien actualmente se encuentra en esta cabecera municipal, explicó las difíciles condiciones de las comunidades desplazadas: “He visto casas con 15 o 20 niños viviendo en hacinamiento y familias en colchonetas sin comida suficiente. La situación humanitaria aquí es gravísima”.
La secretaria de Educación de Norte de Santander, Xiomara Urón, señaló que el Ministerio de Educación y las autoridades locales están evaluando un regreso progresivo a las clases en algunas zonas menos afectadas. “No podemos decir que se regresará con normalidad. Las condiciones actuales no lo permiten, y estamos priorizando la seguridad tanto de los estudiantes como de los docentes”, afirmó.
Educación interrumpida por la violencia
El conflicto en el Catatumbo no es nuevo, pero las recientes confrontaciones entre grupos armados han intensificado los riesgos para la población civil. Lobo relató que el enfrentamiento armado que lo obligó a huir ocurrió a pocos metros de su colegio. “Estábamos preparando las carteleras para dar la bienvenida a los estudiantes cuando empezaron las ráfagas de disparos. Aunque al principio intentamos mantener la calma, pronto nos dimos cuenta de que la situación era muy grave”.
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El docente aseguró que, aunque los grupos armados respetan generalmente a los profesores, en momentos de fuego cruzado “no hay respeto por nadie”. Además, advirtió sobre rumores de minas antipersonales en las zonas rurales, lo que agrava los riesgos para un eventual regreso a clases.
Acciones del gobierno y perspectivas
inciertas
El Gobierno Nacional emitió esta semana un decreto de conmoción interior con el objetivo de enfrentar la crisis de seguridad en el Catatumbo. Sin embargo, los docentes y las comunidades locales siguen escépticos respecto a la posibilidad de un retorno seguro en el corto plazo. “Estas cosas son impredecibles. Hemos vivido situaciones similares antes, y siempre queda la incertidumbre sobre cuándo podremos volver”, explicó Lobo.
Mientras tanto, las autoridades intentan establecer planes para garantizar la continuidad educativa en la región. Urón indicó que el plan contempla clases en cabeceras municipales y otros territorios más seguros. “Estamos trabajando en un regreso flexible y progresivo, pero es evidente que no podemos exponer a los niños, profesores y familias en zonas aún conflictivas”, reiteró.
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