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Habitantes y turistas del Puente de Rumichaca piden refuerzo policial del lado de Colombia

Decenas de personas coinciden en señalar que las extorsiones han aumentado, pero nadie quiere denunciar porque, dicen, están seguros de que no recibirán ayuda.

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Puente Internacional Rumichaca, frontera Colombia-Ecuador.
Foto: Blu Radio.

La incertidumbre en el Puente de Rumichaca, zona de frontera sur entre Colombia y Ecuador, persiste una semana después de la masacre de cinco personas. Aquí nadie quiere hablar por temor a represalias, porque aseguran que están a merced de la delincuencia común y organizada.

Blu Radio llegó hasta el paso fronterizo y pudo constatar el miedo de las comunidades que residen en esta parte del sur de Nariño. Aseguran que, a pesar de que el día de la masacre llegaron todas las autoridades y prometieron incrementar la vigilancia del lado colombiano, todo fue mentira. Según los residentes, sucedió lo contrario, pues hoy no hay policías colombianos permanentes.

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Aquí impera la ley del silencio. Nadie quiere recordar lo que sucedió el jueves 28 de noviembre, cuando, pasadas las diez de la noche, se escucharon varios disparos en el sector del Voladero, una zona que, según los habitantes, se ha convertido en un sitio para consumir alcohol y escuchar música a todo volumen.

Jairo, uno de los residentes del sector, dijo a Blu Radio que, desde hace varios meses, este lugar, ubicado a unos 20 metros del lado colombiano, es frecuentado durante las horas de la noche por toda clase de personas. Hasta altas horas de la madrugada, le dan rienda suelta al consumo de alcohol y hasta de drogas alucinógenas, sin que nadie diga o haga algo para evitarlo.

Carmen, una mujer que vive del cambio de dólares, dice que ya han aprendido a vivir en medio de la zozobra y el miedo, porque, desde que llegan al puente internacional de Rumichaca, solo ven de vez en cuando a uno o dos agentes de policía motorizados que hacen presencia por unos pocos minutos y luego se van, dejando este lado colombiano de la frontera a merced de la delincuencia común y organizada.

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Carlos, un conductor de taxi, fue más categórico y afirmó que “ellos están a la buena de Dios porque no tienen respaldo de ninguna autoridad, menos del alcalde de Ipiales, a quien le compete la seguridad de ese corredor fronterizo”.

Como ellos, son decenas de personas las que coinciden en señalar que las extorsiones han aumentado, pero nadie quiere denunciar porque, dicen, están seguros de que no recibirán ayuda. Muchos prefieren irse a otra ciudad a trabajar para no pagar las extorsiones que han sufrido durante varios años.

“Este lado de Colombia en la frontera con Ecuador es un territorio donde impera la ley del más fuerte. Aquí hay que aprender a sobrevivir para no caer en manos de los coyotes o, en el peor de los casos, en manos de los extorsionistas”, dijo otra mujer que trabaja en un establecimiento público desde hace más de diez años.

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Recorrer las calles del lado colombiano en esta frontera sur con Ecuador es ver el rostro de angustia y temor de sus habitantes, quienes aseguran que han aumentado los casos de violencia en esta zona de frontera. Afirman que esta situación contrasta con el lado ecuatoriano, donde hay una extrema vigilancia de policía y ejército las 24 horas del día.

También aseguran que, desde la masacre, el ingreso de turistas ha disminuido hasta en un 25%, pues la gente teme pasar la frontera. Sienten que, del lado colombiano, están solos y sin protección de las autoridades.

Ellos solo piden que las autoridades cumplan con lo prometido una y otra vez: aumentar el número de policías. Además, solicitan que no hagan presencia esporádica en la frontera del lado colombiano, ya que actualmente solo hay uno o dos agentes de la policía aduanera, quienes se limitan a evitar el ingreso de mercancías de contrabando.

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