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Comunidad del pacífico nariñense piden garantías para dejar cultivos ilícitos

Aunque se muestran esperanzados en la conversación del Gobierno nacional con la guerrilla, en algunas zonas rurales de Tumaco, las poblaciones dependen en un 90 % de cultivos ilícitos.

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Cultivos ilícitos en zona rural de Tumaco, Nariño.
Foto: Blu Radio.

Casi un mes después de la muerte de un indígena y las heridas a seis más en una extraña operación militar, los habitantes del corregimiento de Inda Zabaleta, en la zona rural de Tumaco, quieren pasar la página y aseguran que mantienen firme su apoyo a los diálogos de paz que el Gobierno nacional adelanta con integrantes de la guerrilla de la Segunda Marquetalia . Sin embargo, advierten que por ahora no hay garantías para dejar los cultivos ilícitos.

Blu Radio llegó hasta el corregimiento de Inda Zabaleta, en la zona rural de Tumaco, donde pudo evidenciar que el cultivo de hoja de coca representa el 90 % de su único sustento. Los habitantes expresan su miedo de quedar nuevamente a merced de los grupos armados rebeldes y su desconfianza en el Estado. Esta es su mayor preocupación si los diálogos vuelven a fracasar.

Un vocero de la comunidad, que pidió mantener en reserva su identidad, afirmó que así se encuentran los habitantes de este corregimiento, quienes ven con esperanza los diálogos de paz con la Segunda Marquetalia, pero advierten que sin garantías es muy difícil llegar a un gran acuerdo nacional.

Los líderes sociales y comunitarios de esta parte del Pacífico nariñense siguen insistiendo ante el Gobierno nacional en la necesidad de presentar una verdadera propuesta para cambiar las economías ilegales. Aseguran que la participación de las comunidades y las organizaciones sociales es prioritaria para implementar los acuerdos que se alcancen entre las partes.

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Todos coinciden en apoyar el diálogo y quieren participar, a pesar de que reconocen que viven de los cultivos de hoja de coca. El panorama es muy desolador debido a la crisis cocalera, que tiene a centenares de familias viviendo una situación de hambruna como nunca se ha visto en los últimos 20 años.

En esta población nariñense, donde casi el 70 % es población indígena de los pueblos Awá, y el resto son campesinos y afrodescendientes que han llegado de otras zonas del país, la comunidad ha empezado a empoderarse del proceso. Han realizado sus propias obras, como carreteras, escuelas, polideportivos y algún que otro puesto de salud, para lo cual fijan una cuota por finquero. Estos dineros son invertidos en materiales, en el pago de conductores y en la compra de combustible para las volquetas y maquinaria amarilla.

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Los habitantes niegan estar siendo presionados o instrumentalizados por los grupos armados rebeldes presentes en la zona. Aseguran que han buscado sus propios espacios para que su voz sea escuchada y para hacer propuestas de construcción de paz territorial.

“Aquí las orientaciones las dan las comunidades en común acuerdo con el grupo armado rebelde que hace presencia, pero todo es dialogado y se acuerda desde las obras a ejecutar hasta las reglas de convivencia social”, dice una ama de casa que pide que su identidad no sea revelada.

Julio, un campesino que llegó del Caquetá buscando un mejor futuro, afirma que la experiencia de motivación entre las comunidades de Inda Zabaleta lo impulsa a seguir participando y aportando dinero en las mingas comunitarias para arreglar la carretera, porque esto les sirve a todos para sacar sus productos al mercado del pueblo o hacia el mismo Tumaco.

El reinicio de los diálogos entre el Gobierno del presidente Gustavo Petro y la Segunda Marquetalia ha revivido la esperanza de las comunidades del Pacífico nariñense, que aseguran que ahora pueden vivir sin tensiones. Están seguros de que el Estado volverá la mirada a este territorio abandonado y que, en un corto plazo, se podrán resolver en parte las necesidades de las comunidades que siguen viviendo de la hoja de coca como único medio de subsistencia.

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