
En medio del debate nacional sobre el racionamiento de agua en Bogotá , la oceanógrafa Andrea Morales, profesora de la Universidad del Rosario, ofreció una mirada crítica y técnica sobre las causas estructurales del problema y los caminos para solucionarlo.
En entrevista con Mañanas Blu 10:30 con Camila Zuluaga Morales desmintió la idea de que se trata solo de una consecuencia directa del cambio climático o de la falta de embalses, como afirmó recientemente el presidente Gustavo Petro. Para ella, la realidad es mucho más compleja y multifactorial.
“En realidad son varios factores. No hay una sola solución y no hay un solo problema”, afirmó Morales. Según explicó, la lluvia que alimenta los embalses del sistema Chingaza proviene tanto de la Amazonía y la Orinoquía como de fenómenos locales asociados a la zona de convergencia intertropical.

No obstante, en los últimos años, los niveles máximos de almacenamiento han caído significativamente, alcanzando apenas un 70% en épocas donde antes se llegaba al 100%. Esta disminución está relacionada con la deforestación, el calentamiento global y un aumento en la demanda de agua, impulsado por las olas de calor más frecuentes.
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¿Por qué llueve en Bogotá y aun así falta agua?
La profesora también fue enfática al señalar que existe un alto nivel de desperdicio de agua en Bogotá, que oscila entre el 30% y el 50%. Y aunque en la ciudad llueve con regularidad, esa agua no llega necesariamente a los embalses.
“La lluvia que cae en Bogotá es un sistema. La lluvia que cae en el páramo, donde están los embalses, es otro”, explicó. Este desajuste entre percepción ciudadana y realidad geográfica ha contribuido al uso irresponsable del recurso.
Ante la pregunta sobre soluciones estructurales, Morales propuso pensar en grande: un sistema nacional interconectado de agua, similar al sistema eléctrico, que permita mover el recurso de las zonas con excedente a las que padecen escasez.
Colombia es uno de los países más ricos en agua, pero no lo aprovechamos de la mejor manera
Esta propuesta implicaría una coordinación nacional y una inversión significativa, pero permitiría afrontar con más solidez futuras crisis hídricas que, según Morales, serán cada vez más frecuentes.
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En cuanto al crecimiento urbano, la oceanógrafa aclaró que el problema no es la expansión en sí, sino cómo se hace. “Mientras la urbanización no afecte el recurso hídrico, está bien. El problema es cuando se construye encima de humedales o se alteran zonas hídricas sin control”, advirtió.
Morales subrayó la necesidad urgente de exigir a las nuevas edificaciones sistemas para el aprovechamiento de agua lluvia y el reúso de aguas grises, prácticas que hoy no son obligatorias, pero que deberían formar parte del diseño urbano sostenible.