El domingo, 10 de septiembre, el pastor Andrés Corson habló de del momento cuando Jesús regresó al templo y empezó a enseñar, se le acercaron los principales sacerdotes y ancianos y le reclamaron ¿con qué autoridad hacía eso, qué derecho tenía para esto? Jesús tuvo que lidiar con la amenaza que sentían los sacerdotes y líderes religiosos de esa época por la fama que tenía Jesús por su poder.
La lucha por el poder es una dinámica que ha estado presente en la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Pero, ¿qué es realmente la lucha por el poder? En esencia, se trata de la competencia que se establece entre individuos, grupos o instituciones por obtener y mantener el control y la influencia sobre otros.
Este fenómeno no es ajeno ni siquiera a figuras espirituales y religiosas destacadas. Un ejemplo notable es la experiencia de Jesús de Nazaret. Aunque se le conoce principalmente por su mensaje de amor, compasión y salvación, Jesús también sufrió la lucha por el poder por parte de los líderes religiosos de su tiempo.
“¿Qué es la lucha por el poder? Es la competencia que tenemos entre esposo y esposo sin intención, o sea no es algo que hacemos a propósito, como dice el profeta Chavo, “Lo hice sin querer queriendo”. Algo que hacemos sin darnos cuenta por tener el control y esto también se ve con los amigos”, señaló el pastor Corson.
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Los líderes religiosos de la época sentían una amenaza en la creciente influencia de Jesús. Su mensaje desafiaba las estructuras establecidas y cuestionaba el statu quo religioso. Esto generó una competencia por el poder y la autoridad en el contexto religioso de aquel momento. Los líderes religiosos veían a Jesús como una amenaza a su posición de liderazgo y autoridad sobre las personas.
En un mundo donde la lucha por el poder a menudo prevalece, la historia de Jesús nos inspira a reflexionar sobre nuestras propias motivaciones y acciones. Nos invita a buscar el poder del amor y la bondad, en lugar de competir por el poder en su sentido más mundano. La lección de Jesús es un recordatorio de que el poder más grande es el que emana de un corazón generoso y un espíritu compasivo.
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Escuche la reflexión dominical del pastor Andrés Corson: