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La carrera futbolística de Roberto brilla aunque sea en medio de varios sinsabores

A pesar de su juventud y a pesar de que en los últimos tiempos todo había pasado a una velocidad que por momentos parecía superarlo, Roberto tenía claro que seguía siendo utilizado por los demás.

Llega “El futbolista presidente”, la audionovela de Dago García
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Foto: Blu Radio

"Las cosas se pusieron más complicadas el día del partido con Inglaterra. En el entretiempo, Benítez nos acusó a todos de no sudar la camiseta y le pidió al técnico que nos sacara a Sáenz y a mí", fueron algunas de las declaraciones que dio su compañero a los medios, aunque con el cambio, el equipo mejoró y hasta ganó el partido.

Además, su compañero comenzó a recalcar el problema con la bebida que ya tenía "El Volador Benítez": ¿O es que también me va a negar que se escapa de las concentraciones para irse a beber?

Por otra parte, la negociación con los españoles ya estaba terminada. Sin embargo Roberto quería que su amigo Waltinho lo acompañara a jugar a ese equipo, pero al parecer era trabajo difícil.

"Vos sabés que no fue fácil llegar al acuerdo al que llegamos como para que ahora yo venga a cambiar los términos y añadir condiciones. Segundo, yo escojo muy bien a los jugadores que represento y no acostumbro a entrar en rapiña con los colegas. Y eso me lleva a la tercera cosa. Waltinho es tu amigo. Es un pibe fenómeno, pero es un jugador promedio. No va a ser una estrella. Puede ser duro, pero lo tenés que aceptar. No está ni cerca de tu nivel.
No te sientas mal, colombiano. Hay que aceptar que algunos nacen estrella y otros nacemos estrellados.
Tú tienes el talento y la rabia por dentro para llegar donde quieras. Esas son cosas que se tienen o no se tienen. Existen millones que jugamos bien, pero pocos que brillan", le dijo su representante.

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Con su viaje a España y su contrato con uno de los equipos más reconocidos del mundo Roberto estaba cumpliendo un sueño de infancia pero no entendía por qué no disfrutaba plenamente del que debería ser el mejor momento de su vida.

Finalmente entendió que su disgusto era por su condición de nómada, de gitano del fútbol, que cada vez que lograba crear un mundo en donde acomodarse, se veía obligado a abandonarlo para viajar y comenzar de nuevo. A estas alturas de la vida tenía dinero y fama, pero no tenía amigos, ni pareja.

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La relación con su papá estaba en el peor momento y su mamá lo había comenzado a mirar con un respeto y distancia que más parecían temor. Roberto llegaba a Madrid con lo que eran sus primeros síntomas de depresión.

El recibimiento que tuvo Roberto en Madrid fue algo que jamás se borraría de su memoria: un estadio lleno de hinchas coreando su nombre, los medios de comunicación rendidos a sus pies y unas réplicas que desde Colombia lo iban convirtiendo en héroe nacional.

"Para mí este es un sueño cumplido y le prometo a toda esta afición que no los voy a defraudar, que voy a dar todo de mí para que el equipo sea campeón y para que se sientan orgullosos de esta camiseta", dijo Roberto al ingresar oficialmente al equipo.

Roberto, además, fue postulado a Deportista del Año en Colombia y a su llegada a Bogotá lo esperaba en el aeropuerto un carro de bomberos sobre el que recorrió las calles de la ciudad saludando a una multitud que había salido a demostrarle su cariño.

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Ni Gustavo ni Victoria fueron invitados a la ceremonia y a Roberto no pareció importarle. De hecho, había cortado comunicación con ellos desde el día del escándalo con Gerardo López en la radio. Con el que sí se reunió fue con el presidente de la República, que lo invitó al Palacio de Gobierno e hizo todo lo posible para que los medios de comunicación registraran el encuentro.

A pesar de su juventud y a pesar de que en los últimos tiempos todo había pasado a una velocidad que por momentos parecía superarlo, Roberto tenía claro que seguía siendo utilizado por los demás como había sido utilizado por sus padres cuando era un niño. Ahora lo utilizaba su nuevo equipo para acallar las críticas que estaba recibiendo por su mal desempeño.

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Y ahora lo utilizaba hasta el gobierno de su país para tratar desesperadamente de recuperar superar algo de la popularidad que había venido perdiendo. Sintiéndose el centro de un mundo dispuesto a sacar provecho de su popularidad, Roberto estaba a punto de convertir su depresión en soberbia y comenzar a perder la cabeza.

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