Si Íngrid Betancourt se sale de la Coalición Centro Esperanza por cuenta de sus profundas diferencias conAlejandro Gaviria , surge la duda de qué pasará con aquellos otros candidatos que también fueron avalados por su movimiento Verde Oxígeno. Se trata de los exgobernadores Sergio Fajardo y Carlos Amaya, quienes deberán definir si se van con Íngrid o si se quedan con Gaviria.
Las diferencias en la Coalición de la Esperanza son tanto de forma como de fondo y ambas deben analizarse con calma y cabeza fría. Las primeras tienen que ver con ventilar en público asuntos privados. En lavar en la calle la ropa sucia que debe lavarse en la casa. Si Íngrid Betancourt tenía duros reparos que hacerle a Gaviria por recibir el respaldo de Germán Varón Cotrino -a quien considera politiquero y clientelista- debió hacerlo en las múltiples reuniones que celebran quienes integran dicha coalición. Hacerlo en un debate de candidatos presidenciales se interpretó como un golpe bajo no solo por parte de Gaviria, sino de otros miembros de la coalición.
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Pero la lucha contra la corrupción política planteada de Betancourt también es un asunto de fondo. Ni el clientelismo ni la politiquería pueden recibirse con los brazos abiertos en ningún movimiento o partido político. Las malas prácticas deben ser erradicadas de la política sin contemplación. Esas conductas perversas y antidemocráticas deben ser rechazadas sin titubeos. En ello no puede haber contemplaciones de ningún tipo. Y ese es un asunto muy importante del que también deben ocuparse todas las coaliciones electorales, no solo la de la Esperanza.
Las diferencias son, pues, profundas y deben ser subsanadas cuanto antes si la Coalición de la Esperanza no quiere fracasar en su intento de convertirse en una alternativa real y viable de poder en Colombia.
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