El Dia de las Velitas es una bella tradición. Nos juntamos en familia para encender una velita. En medio de la oscuridad, con los mejores sentimientos en el corazón, tratamos de generar una experiencia que nos llene de esperanza y fortaleza para seguir en la vida. En principio es una experiencia católica que nació cuando el día anterior de la promulgación del dogma mariano de la inmaculada concepción por parte del Papa Pio IX en 1854 los creyentes hicieron una manifestación de veneración orando con una vela encendida como expresión de vigilia.
Eso se quedó en el corazón de nosotros los colombianos y año tras año lo practicamos.
Hoy va más allá de los límites de la fe y en muchos hogares se enciende la velita tratando de manifestar con este signo muchos deseos para sus vidas y la de los suyos. A mí particularmente me parece que puede tener tres sentidos:
1. La luz como manifestación de la victoria del bien. En medio de cualquiera de esas situaciones que nos angustian, nos preocupan o nos hacen pensar que todo está perdido, vale la pena encender una velita como manifestación de que creemos que podemos salir adelante.
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2. La luz como expresión del compromiso que todos tenemos con nosotros mismos y con los demás por hacer que este mundo sea mejor para los que le habitamos. Compromiso con la justicia, con la bondad, con el servicio y con todos esos valores que hacen que la vida fluya de mejor manera.
3. La luz como imagen de lo sublime, de lo trascendente. Para entender que no estamos solos en la construcción de nuestra vida y que siempre, desde la espiritualidad, podemos creer que hay una ayuda generosa y gratis. Para alguien como yo es experiencia de Dios, pero sé que para muchos es trascendencia y totalidad.
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Hoy todos podemos encender esa velita y tener compromisos de vida.