
Un líder con grandeza no tiene miedo de rodearse de gente talentosa: reflexión de Linero
El problema es que, muchas veces, el liderazgo se convierte en una lucha de egos. Se olvida que el poder es una responsabilidad, no un privilegio.

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He conocido muchos líderes en mi vida, algunos han sido fuente de inspiración , guías que han sabido sacar lo mejor de los demás. Otros en cambio, han convertido su liderazgo en un pedestal, creyendo que su poder los hace superiores y que su papel es recibir, no entregar. Pero con el tiempo he entendido algo esencial: un verdadero líder no es el que manda, sino el que sirve; no es el que se impone, sino el que inspira; no es el que acumula, sino el que comparte.
La grandeza de un líder no se mide por su éxito personal , sino por su capacidad de hacer crecer a los que están a su alrededor. No se trata de acaparar el reconocimiento, sino de tener la generosidad de construir caminos para que otros también brillen.
El problema es que, muchas veces, el liderazgo se convierte en una lucha de egos. Se olvida que el poder es una responsabilidad, no un privilegio, que quien lidera está llamado a pensar más en su equipo que en sí mismo, a empoderar en lugar de controlar, a inspirar en lugar de imponer.
Un líder con grandeza no tiene miedo de rodearse de gente talentosa, no necesita demostrar que es el más fuerte, ni vive comparándose con los demás. Por el contrario, comprende que su labor es hacer que cada persona alcance su mejor versión , que su trabajo no es ser el centro, sino ser un facilitador del crecimiento colectivo.
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Y aquí es donde entra la generosidad, porque el liderazgo no es un título, es un acto de entrega. Se necesita generosidad para escuchar, para dar oportunidades, para corregir sin humillar , para confiar en los otros y dejarlos brillar. No es grande quien solo piensa en su propio beneficio, sino quien es capaz de mirar más allá de sí mismo y trabajar por un propósito mayor.
Lo que más necesitamos en este momento de la vida es líderes con grandeza y generosidad, personas que entiendan que su misión no es tener seguidores, sino formar nuevos líderes, que su éxito no es acumular poder, sino transformar vidas. Porque solo así, con liderazgo auténtico, podemos construir un mundo más justo, más humano y más esperanzador.