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Tenemos que asumir las consecuencias de lo que decidimos y hacemos

Seguro siempre hay espacios para que los otros nos evalúen. Ellos constantemente compararan el ideal que tiene de nuestros trabajos y la realidad que los hechos muestran.

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Alberto Linero
Foto: Instagram/plinero

La vida es un acto inacabado. Somos un proyecto en realización. No está predeterminada ni cumplimos un sino al estilo de Sísifo. La vamos construyendo desde las decisiones que tomamos a diario en medio de las relaciones y los trabajos concretos que asumimos. Lo cual implica que seamos conscientes del sentido que le estamos dando, hacia donde la estamos llevando y cómo la estamos haciendo. Ya que ella es fruto de nuestra libertad y por lo mismo es nuestra responsabilidad. Tenemos que asumir las consecuencias de lo que decidimos y hacemos.

En este contexto creo que es fundamental aprender a hacer una evaluación constante de la manera cómo estamos realizando nuestra vida. Encontrar cualquier pretexto para detenernos y analizar la calidad de nuestras decisiones, la orientación que van generando, si estamos alineados a los objetivos que tenemos, si estamos satisfechos con la manera como estamos en cada una de las dimensiones de nuestra vida.

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Seguro siempre hay espacios para que los otros nos evalúen. Ellos constantemente compararan el ideal que tiene de nuestros trabajos y la realidad que los hechos muestran. Y lo hacen desde sus intereses particulares. Lo cual hace necesario que también nosotros hagamos procesos de autoevaluación. Para poder ser conscientes de las debilidades y fortalezas que en nuestro interior estamos viviendo, así como encontremos las amenazas y oportunidades que el contexto nos brinda. Hay que evitar errores muy típicos en las autoevaluaciones: la auto-condescendencia que hace justificar toda falla, la soberbia que no permite estar en la realidad y genera ese hálito de super humanos perfectos que en nada fallan y que si encuentran una falla nunca es su responsabilidad, también la dureza de creer que nada se hace bien y caer en un perfeccionismo que sólo muestra algunos sentimientos de inferioridad.

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Quien quiera ser dueño de su vida tiene que saberse evaluar constantemente.

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