El tema en el que más invierto tiempo en estos días es el de la salud mental, mirado desde la perspectiva de la espiritualidad. Leo textos de psicología, bienestar y filosofía. Converso con padres de familia y jóvenes, tratando de entender cómo plantear un camino que permita vivir, incluso en medio de las adversidades y limitaciones, manteniendo un buen estado de salud mental.
En medio de la complejidad de la situación, tengo la certeza de que es multicausal. He estado trabajando en concientizar a los padres de familia sobre su papel como maestros emocionales de sus hijos. Son maestros emocionales incluso cuando no están adoptando una actitud de enseñanza explícita. Enseñan a sus hijos en la cotidianidad cuando, como adultos, gestionan sus propias emociones.
Cuando se quejan constantemente y de forma desesperada, están enseñando a sus hijos que no se pueden expresar adecuadamente las emociones. Cuando asumen una actitud derrotista ante la vida y declaran que nada tiene sentido, comunican un desaliento que lleva a los niños a creer que todo está perdido y que no vale la pena luchar por mejorar.
Cuando abusan de cualquier sustancia para evadir la realidad, están transmitiendo el mensaje de que lo mejor es perder la conciencia para no enfrentar los problemas. Cuando resuelven los conflictos con violencia, cediendo a los impulsos emocionales, generan la idea de que no pueden controlar sus emociones y que siempre deben reaccionar de manera impulsiva ante los estímulos.
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A veces estoy seguro de que esta es una cadena generacional, en la que estos patrones de comportamiento se han transmitido a través de la crianza y la interacción familiar. Por ello, creo que lo primero es tomar conciencia y entender qué se está haciendo, para luego buscar las herramientas que permitan una adecuada gestión emocional.
Entiendo que otros adultos cercanos, las instituciones educativas y la sociedad en su conjunto también ejercen influencia, pero creo que es importante que los padres de familia se pregunten qué están enseñando a sus hijos en cuanto al manejo de las emociones. Estoy seguro de que la crítica constante, por más estructurada que sea, no es la mejor forma de enseñanza.