Tengo claro que los valores siempre están encarnados en las historias de vida de hombres y mujeres muy concretos. Es en la lucha existencial donde se muestra la coherencia y la fortaleza de los valores. Por eso me gusta leer biografías y descubrir cómo algunas personas alcanzaron sus propósitos de vida y qué fuerzas interiores los guiaron en sus batallas personales. Nadie alcanza el éxito de un día para otro; todos deben recorrer un camino, superar adversidades, intentar muchas veces, fallar y volver a intentarlo.
Es el poder del testimonio lo que inspira. Siempre la vida reflexionada tendrá más potencia aleccionadora que el discurso, por más provocador y sugestivo que sea. Al fin y al cabo, los seres humanos siempre buscamos modelos y referentes para orientarnos en la realización de nuestro proyecto de vida.
En este contexto, me gusta mucho la tradición de algunas universidades del mundo de invitar a grandes figuras como deportistas, líderes políticos y sociales, escritores y empresarios a dar el discurso de graduación ante los estudiantes que culminan su proceso de formación. En este caso, quiero comentar el discurso de Roger Federer, el tenista que ganó durante su carrera 20 títulos de Grand Slam y acumuló una fortuna de mil millones de dólares, en Dartmouth College, en Estados Unidos. Realmente, se trata de una sabia enseñanza nacida de la experiencia de alguien que el mundo reconoce como un ganador, y que puede inspirar a muchos jóvenes:
“No llegué hasta donde estoy por mero talento, sino porque hice todo para superar a mis rivales. Lo logré porque creí en mí, pero la confianza en uno mismo se gana con trabajo… El talento importa, pero la mayoría de las veces no se trata de tener un don. Se trata de tener agallas. La disciplina y la paciencia son talentos. Confiar en uno mismo es un talento. Abrazar el proceso, amar el proceso, es un talento. Algunas personas nacen con esos talentos. Todo el mundo tiene que trabajar en ellos”.
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Los que lo vimos jugar valoramos su invitación al esfuerzo y a la disciplina en alguien que parecía hacerlo todo con facilidad. Lamento que muchos todavía crean que se merecen todo y reclamen lo que no se han ganado.