Nació muerto el proyecto de reforma constitucional que pretendía ampliar vía Congreso, la presidencia de Iván Duque hasta el 7 de agosto de 2024, así como también buscaba extender el periodo de los actuales congresistas y aumentar a cinco años, la duración del periodo de los jefes de los entes de control.
Aunque el mundo político tenía claro que semejante “orangután” no tenía posibilidad alguna de ser viable en el Congreso y en la Corte Constitucional , llama la atención que a pesar de las advertencias que se venían haciendo desde hace meses, un grupo de 25 representantes a la Cámara, la mayoría de ellos solemnes desconocidos, tomaran la osada decisión de firmar y radicar el proyecto.
El entierro de tercera categoría que tuvo la iniciativa, cuyo padre reconocido fue el presidente de la Federación de Municipios, Gilberto Toro, se produjo por inanición, ya que lentamente, muchos de los firmantes, decidieron retirarse del proyecto, argumentando que no habían leído el articulado, que solo estaban de acuerdo parcialmente con su objetivo y hasta hubo quienes dijeron que pensaban que el espíritu del proyecto era otro.
Una vez creció como espuma el listado de arrepentidos y las voces de todo el espectro político, económico y jurídico, advirtiendo que aprobar semejante leguleyada significaría vulnerar la voluntad popular y la democracia, el gobierno decidió tímidamente poner la cara para negar que la propuesta tuviera su respaldo.
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Incluso al presidente Iván Duque tuvo que salir a decir con nombre completo y número de cédula, que su mandato terminará el siete de agosto del año entrante.
Para muchos sectores, la decisión del Gobierno de desmarcarse abiertamente de la propuesta antidemocrática de ampliar el periodo presidencial vía Congreso fue tímida y tardía y terminó convirtiéndose en un tiro en el pie, porque logró poner de acuerdo a muchos sectores que han tenido divergencias, pero que coincidieron en cerrar filas en defensa de la democracia, como lo demuestra la carta conjunta de los integrantes de la Coalición de la Esperanza, es decir la de Sergio Fajardo y el Pacto Histórico deGustavo Petro.
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Como dice el adagio popular, luego de la intensa pero breve tormenta que ocasionó este episodio, el gobierno se quedó con el pecado y sin el género.
Escuche el análisis y la opinión de Ricardo Ospina en Mañanas BLU: