Me ofrecen una arepa reina pepiada, y con ella, me acogen y me permiten sentir todo el cariño de hermanos. Me siento a la mesa y comienzo a conversar con Zoheny, quien es una venezolana que por las circunstancias vino a nuestra patria a encontrar mejores posibilidades. También están allí Rafael, un colombiano que de niño se fue a vivir a Venezuela y que por la situación tuvo que volver; Michael, que es de Puerto Bélgica en Antioquia, y fue desplazada por todos los hechos violentos vividos en su contexto, y Derly, una bogotana del Barrio Kennedy que ha sido de las comunidades receptoras de los migrantes.
Realmente fue una perfecta ocasión para sentirse entre amigos y para hablar en torno al Día Mundial del Refugiado impulsado por Acnur, la Agencia de la ONU para estos menesteres, y que se conmemoró ayer. Fue una experiencia muy grata, ya que volvimos a entender que nadie se va de su casa porque quiere, que hay dolor y sufrimiento al tener que buscar otras condiciones para vivir; que ellos siempre están dispuestos a dar lo mejor de sí para construir su proyecto de vida y ayudar a los que los reciben, que sufren por las generalizaciones, la discriminación y las manifestaciones de xenofobia.
Para mí fue una confirmación de lo abierto que debemos estar al otro, a sus prácticas culturales buscando una integración que nos haga crecer a todos. En sus palabras y expresiones de afecto volví a comprender que todos tenemos el derecho a buscar protección, sin importar quiénes seamos, de dónde provengamos o cuándo hayamos sido forzados a huir.
Volví a comprometerme a ser respetuoso de la diferencia, a tratar de acoger al que llega y evitar palabras hirientes que los discriminan y los hacen sufrir. Espero que con el nuevo gobierno se pueda continuar todo el trabajo que se realiza con los refugiados y los desplazados. Celebro la actividad de Acnur en todo el mundo, y en especial en Colombia. Yo sigo comprometido con tratar de ser ejemplo de acogida y buen trato para los migrantes.
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