Teníamos 10 años. Estábamos ansiosos de esa noche del 7 de diciembre, íbamos a quemar pólvora por primera vez. Mi mamá nos lo tenía prohibido, pero el plan estaba elaborado para que nadie se diera cuenta. Juntamos algo dinero, en ese entonces con 100 pesos alcanzaba y sobraba. No queríamos chispitas (en la costa le dicen “lluvias”), queríamos totes. La experiencia no terminó bien, un tote le reventó en las manos a José Luis, uno de mis amigos. La fiesta terminó en el hospital y con desesperación.
Afortunadamente sólo fueron quemaduras de segundo grado y no perdió ninguno de los dedos como todos suponían, pero sí fue suficiente para que yo no volviera a jugar con pólvora y la rechazara firmemente. Por eso, celebro la iniciativa de al menos 30 concejales de Bogotá y muchos ciudadanos, de firmar una petición formal para solicitar a la Alcaldía que no contrate pólvora para las celebraciones decembrinas de la ciudad.
Creo que desde los entes territoriales de todo el país se debe dar ejemplo de no usar pólvora y así desestimar el uso de esta sustancia tan arraigada en las manifestaciones festivas de nuestros pueblos, y que en principio parece inofensiva y muy atractiva: Un señor por mi barrio decía que diciembre sin pólvora no era diciembre. Sin embargo, cada año tenemos muchos quemados: El pasado hubo 787 colombianos lesionados, y eso que todos los años se hacen campañas para que los niños no la usen.
Publicidad
La solicitud que firmaron 10.750 personas se basa, también, en evitar las afectaciones que genera en la salud física y mental de personas en condiciones especiales y en animales, el ruido de la pirotecnia. Podemos celebrar y gozar nuestras fiestas sin poner en riesgo a nuestros niños, ni afectar nuestros entornos. De hecho, me gusta mucho la frase de la concejal Andrea Padilla: "Estamos entendiendo y aceptando que nuestro disfrute no debe ser fuente de sufrimiento para otros seres vivos; que podemos celebrar sin necesidad de dañar a nadie"
Estoy seguro que muchos se negarán a este tipo de manifestaciones porque sentirán que se les está impidiendo algo esencial de las festividades, pero creo que no es más que cerrarse al cambio, porque las fiestas y las maneras como participamos en ellas, tienen que evolucionar, además, estamos en un momento en el que la economía nos exige no hacer gastos no esenciales e innecesarios. Podemos ser felices sin pólvora.
Publicidad
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: