Cuando hago memoria de mis épocas de primaria y bachillerato, me encuentro con muchos relatos de bullying: apodos, agresiones y gente que ‘acoquinaba a otros’, así se dice en la Costa.
Era la época en la que no se le ponía mucha atención a este fenómeno y se le pedía a los niños y a los adolescentes que se defendieran con fiereza y sin dejársela montar. Seguro esto no solucionaba el problema, pero generaba un ambiente de aparente tranquilidad.
Afortunadamente, hoy se le pone toda la atención al bullying y se trata de generar de mayores y mejores habilidades emocionales y sociales que permitan que los niños ni matoneen y tampoco sean objeto de estas prácticas.
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Según un estudio de la ONG Bullying sin fronteras, determinó que en Colombia, entre octubre de 2017 y octubre de 2018, se registraron 2.981 casos graves. Seguro son muchos más, porque en su gran mayoría no se denuncian ni se atienden los casos.
Cuando se han estudiado a los niños que hacen bullyng se encuentran por lo menos estas características: uno, violencia al interior de la familia; dos, reciben mal ejemplos como papás que discriminan o hablan despectivamente de los otros o se burlan de las debilidades ajenas; tres, faltas de límites, niños acostumbrados a tener siempre lo que desean; cuatro, exposición excesiva a contenido violento; y cinco, falta de habilidades sociales.
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Ahora, cuando revisamos a los que padecen bullyng, se caracterizan por tener baja autoestima, ser pasivos y no poderse defender. Son niños aislados socialmente.
Como sociedad tenemos que ser capaces de generar relaciones de respeto y tolerancia por el otro. Eso debe comenzar con los niños, por eso se hace necesario que tanto los padres de familia como los profesores, y en general todos los estamentos, generemos espacios en que los niños se puedan expresar y ser libres.
Nuestra tarea es generar un mundo en el que todos puedan realizarse y desarrollarse sin ninguna discriminación.
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Escuche al padre Linero en Mañanas BLU:
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