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El papa Francisco, un líder espiritual cercano, de lenguaje accesible, gestos sencillos y poderosos

También creo que falta mucho; esperamos cambios estructurales en la disciplina que permitan responder, desde Dios, a los desafíos de la sociedad actual. Sin desconocer que hay riesgo de cisma, porque algunos se resisten a vivir en el siglo 21 y quieren volver a la iglesia del siglo 18.

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: cortesía

El humo blanco por la chimenea de la Capilla Sixtina indicaba que los cardenales habían elegido un nuevo obispo de Roma. En muy poco tiempo la plaza de San Pedro se llenó de fieles para escuchar que el cardenal Jean-Louis Tauran, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, dijera: “Annuntio vobis Gaudium Magnum: Habemus Papam” y anunciara al cardenal Jorge Bergoglio como nuevo pontifice con el nombre de Francisco.

Esa ha sido de las experiencias más emocionantes que como católico y periodista he tenido, porque nada más el nombre elegido por el papa nos mostraba el carácter de su ministerio petrino. Francisco, el de Asís, significa una opción preferencial por los pobres y una determinación ecológica clara e intensa, pero a la vez Francisco Javier recordaba toda la misión de los padres Jesuitas en la iglesia.

No olvidaré cuando pidió a quienes estábamos allí reunidos que oráramos por él y agachó la cabeza para reconocer que presidía a una comunidad que lo apoyaba y lo sigue. Hoy han pasado 10 años de ese momento y creo que si hacemos una lectura de este tiempo nos encontramos con un líder espiritual cercano, de lenguaje accesible, gestos sencillos y poderosos que buscan generar una dinámica institucional y comunitaria distinta.

Creo que la imagen que retrata su ministerio es la de la Iglesia como hospital de campaña, no como un palacio o un fuerte militar; un espacio en el que los humanos heridos y necesitados se reúnen para encontrar sanación de Dios, no el espacio de los perfectos que defienden con fiereza una doctrina. Una comunidad que reconoce sus errores humanos y lucha por no acostumbrarse a ellos, que entiende que su esencia no es el poder sino el servicio, por ello acoge a todos los humanos, y no discrimina. Es el camino del sínodo que nos ha invitado a vivir Francisco.

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También creo que falta mucho; esperamos cambios estructurales en la disciplina que permitan responder, desde Dios, a los desafíos de la sociedad actual. Sin desconocer que hay riesgo de cisma, porque algunos se resisten a vivir en el siglo 21 y quieren volver a la iglesia del siglo 18.

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