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Opinión: La democracia no es la elección de reyes, reinas o mesías, una reflexión desde la academia

La política cayó en la idea, errada, que al ganar son los políticos que tienen la razón y el conocimiento de lo que es la realidad del país, que estamos a la suerte de sus decisiones y donde pareciera que se hiciera una especie de culto a dioses de cuyas acciones depende nuestro destino

Paro nacional Foto AFP.jpg
Paro nacional /
Foto AFP

*¿Qué debemos hacer? una pregunta que me surgió como académico de lo que ha estado ocurriendo, no solo por el hecho al que nos estamos enfrentando ahora, sino como un cúmulo de situaciones que, sumadas, al dado paso a este estallido social. Quienes están marchando esperan que se unan más miembros de la comunidad para demostrar el imperativo que se escuche a la ciudadanía. La política cayó en la idea, errada, que al ganar son los políticos que tienen la razón y el conocimiento de lo que es la realidad del país, que estamos a la suerte de sus decisiones y donde pareciera que se hiciera una especie de culto a dioses de cuyas acciones depende nuestro destino. Y los académicos, ¿qué estamos haciendo y qué debemos hacer? Lo que quisiera en este escrito es presentar mi visión, como parte de esta comunidad, e invitar a mis colegas a hacer parte de las decisiones que encaminarán al país, desde el conocimiento y las disciplinas científicas y las tecnológicas a buscar un verdadero cambio para el desarrollo y bienestar social, no sin antes presentar algunos aspectos.

“La gota que derramó el vaso”: inconformismo social.

Lo que está pasando actualmente permite evidenciar la sensación del inconformismo y la falta de acuerdo existente entre el pueblo votante y sus gobernantes; tal parece que el ejercicio democrático, termina con el acto de elección y de allí parece que todo corresponde a la espera de las promesas de quienes fueron candidatos. De lo anterior, el problema suscitado nos da indicio que las cosas han cambiado y que, afortunadamente, debe ser así. La democracia no es la elección de reyes y reinas, o mesías, que hacen lo que creen que quieren; por el contrario, se elige por el cumplimiento de las cosas que, suponen, funcionaran en el orden del bienestar de la gente.

La desconexión de la clase política con la realidad contextual se hace más que evidente; una prueba de ello es, precisamente, la respuesta del ministro Carrasquilla “digamos que $1800 o algo así, es lo que yo tengo en la cabeza. Y no solo es eso, sino también la nueva reforma a la salud y, tal vez otras, que a la luz no brindarán un beneficio social, sino a unos cuantos que tienen el manejo de ciertos grados de poder y negocios.

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Aquí deberíamos preguntarnos ¿En qué Colombia viven sus gobernantes? ¿Qué tienen en su cabeza que se alejan tanto de la gente que los ha votado? El colombiano, en la cabeza del político, es un individuo que lo tiene todo y tiene la obligación de aceptar lo que se imponga. No obstante, los medios y las redes tecnológicas han permitido informar de lo que ha sucedido mundialmente; en este momento, las movilizaciones parecen ser una alternativa a la búsqueda de los intereses de la gente lo cual, ha demostrado, que puede funcionar ante un sistema que vende su democracia como una suscitada ilusión. En términos de aprendizaje, si esto tiene resultados llevaría a que se convierta en el mecanismo para que se logren las cosas.

El papel de una academia trasegada.

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Esta mencionada desconexión, en parte, se hace visible con las marchas actuales y demuestra que la ciudadanía está agotada de estas promesas inconclusas y falsas, la corrupción andante, la violencia y las muertes, la ausencia de una justicia con garantías, la falta de voluntad por la realización de obras, que con los impuestos que ya se cobran, no se ven, por mencionar algunas; lo que se quiere es la verdad y un camino al desarrollo de un país que lo necesita.

El alejamiento de una concertación hace que la vía de escucha sea el clamor popular, por no decir también la rebelión por encontrar este derecho. Por ello, la referencia al ejercicio de la democracia al que ya se hizo mención, pues el país tiene con que hacer un diálogo constructivo. La academia debe sumarse, no solo con su voz, sino con su conocimiento. Las universidades y agremiaciones profesionales deben mostrar que pueden ofrecer, a través de su comunidad académica, propuestas en pro del bienestar social.

Si lo vemos desde este punto, la academia incluye a la política dentro de sus carreras y pensum, pero la excluye de dicho ejercicio de construcción democrático, por no decir que lo hace de manera somera. No quiero decir que no se tenga en cuenta, pero ¿Qué ocurrió con la misión de sabios? ¿Cuáles fueron las propuestas de esta misión que hacen parte del gobierno? Más bien parece, que el político es el sabio y que el resto debemos estar rezagados a la espera de lo que suceda, sin importar las consecuencias.

Las universidades deben dar el paso a unirse y ser el puente entre la ciudadanía y la clase gobernante para llegar a consensos. Es hora de que, el conocimiento y los saberes nos permitan actuar con nuestras ideas, que es posible la generación de un estado de bienestar y calidad de vida para todos, que, aunque haya que hacer sacrificios. En últimas, si la gente no es escuchada y no se les da la oportunidad de participación, se llegan a estas instancias, lo cual parece se va a convertir en un acto de normalidad y, finalmente, traerá más descontento, alejamiento social y la muerte de aquellos que luchan, sean de un lado o del otro.

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Así como ocurre con la ciencia, la situación política y social debe también hacer un cambio en su paradigma, es decir, está en su clase gobernante cambiar el rumbo de lo que ellos han venido realizando y es deber nuestro estar a la disposición de un país que ahora, más que nunca nos necesita. Las instituciones educativas, los gremios de profesionales y las asociaciones científicas, por nombrar algunas, podemos mostrar que también somos parte de esta sociedad, que no somos seres superiores y especiales por poseer títulos y que esta es la oportunidad para incluirnos en las decisiones del país, que no solo somos centros de estudio y formación en saberes específicos, sino que también, estamos en los contextos regionales y departamentales del país y que en cada uno podemos hacer la diferencia en estas realidades propias de la nación.

Entonces, ¿son necesarias las marchas por parte de la comunidad académica? No lo serían, siempre y cuando, como ya lo he mencionado, el paradigma democrático que tiene a bien la clase política cambie y se transforme por uno que si permita la construcción colectiva, ya que la realidad no se construye solo desde una perspectiva.

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Epilogo y reflexiones.

Si Ud., Sr presidente, llega a leer este escrito, aún tiene tiempo de pensar y reflexionar las cosas. Tal vez si sea necesaria una reforma, pero no la que está haciendo y la que intenta que se apruebe. Mi invitación es a que construyamos una entre todos los colombianos, con sus políticos y sus académicos y demás sectores que puedan aportar. Ud. sabe que tiene que hacer, busque lo correcto e intente dejar un legado, no es tarde. Escúchese como senador, pues en parte lo que no se entiende es su contradicción, su reforma no cumple con sus promesas. Ello nos invita, también, a preguntar por qué el candidato desconoce lo que verdaderamente sucede y por qué cuando tiene el poder termina haciendo otra cosa diferente.

Mi reflexión final es decirles que estamos abiertos a trabajar de la mano con Uds. sean de cualquier espectro, que dejen de pensar en su bienestar político e individual y comiencen a ver hacia el bienestar de la gente. Que parar para avanzar significa sentarnos en un momento a analizar, que dejemos de ver la sociedad como un cerebro escindido o dividido y más bien trabajemos en la unidad. Es el momento de hacer una sociedad y un país diferente.

*Rafael Leonardo Cortés Lugo
Psicología y magister en neurociencias y biología del comportamiento
Docente universitario

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