Las plataformas revolucionan la manera de relacionarse de los hombres y mujeres del siglo XXI, pero no cambia su condición humana. Puede que las apps como Instagram, WhatsApp, Facebook o Tinder, hayan desplazado el parque, el centro comercial o los espacios físicos en los que se generaban las relaciones interpersonales en cualquiera de sus variantes: amigos, pareja, compañeros, etc; pero los humanos seguimos siendo impulsados por los valores que nos definen. No porque nos relacionemos en estas apps, podemos dejar de ser críticos y capaces de sospechar de todas las propuestas que se hacen.
Por eso, me impresiona la ingenuidad de algunas personas que participan de estos espacios virtuales, tal como lo deja claro el documental de Netflix en el que se cuenta la historia de Simon Leviev , cuyo nombre real es Shimon Yehuda Hayut, el que se hace pasar en la red por un multimillonario y engaña a muchas mujeres, a las que les ha robado -según los informes de la policía- 10 millones de dólares; o todas las otras historias que han comenzado a revelarse en redes, como la de la colombiana que estuvo conversando románticamente con un hombre después de que sus perfiles hicieran match, y quien posteriormente le pidió dinero y luego la bloqueó -aparentemente se trataba de un convicto de alguna de las cárceles del país-.
Son historias que si no fuera por ladesilusión y el daño que causan a las víctimas , podríamos decir que son lecciones graciosas de vida. La tecnología ha transformado las maneras, pero no los valores de los humanos. Quien participe de estas apps tiene que hacerlo con la misma actitud cuidadosa y muy responsable con la que establecería cualquier relación.
Claro que hay historias bellas de relaciones que nacieron en las apps y perduran, pero está claro que no todas son así. La base es tener claro que ninguna red va a propiciar el amor propio que se debe tener para ser plenamente feliz. Nuestra autoestima nos tiene que hacer capaces de no mendigar afecto ni placer en ninguna circunstancia, no olvidemos que siempre lo merecemos.
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