Déjenme seguir siendo optimista a pesar de todas las noticias que se leen y se escuchan. Déjenme creer que los colombianos somos capaces de ponernos de acuerdo y de encontrar caminos de solución.
Déjenme confiar en que tenemos capacidad de vivir momentos tan difíciles desde la grandeza y la humildad, lo que implica valorar al otro, reconocer sus intereses y necesidades, y sentarnos a dialogar para trazar tareas que nos permitan iniciar ese proceso de generación de condiciones más justas y equitativas.
Estoy seguro que la soberbia y la indiferencia no son las actitudes que se requieren para lograr consensos. Creo que los jóvenes que protestan tienen razón en sus peticiones y considero que hay que respaldarlos.
No creo que los bloqueos que algunos grupos hacen, generen algo positivo y estoy seguro que va en contra de todo el espíritu de la protesta misma. Creo que el Estado tiene que asumir la posición de quien es capaz de interpretar las voces de inconformidad y garantizar, sin excesos de ningún tipo, los derechos de todos; no puede ignorar ninguna voz, ni ser indiferente ante situaciones concretas que exigen decisiones e intervenciones.
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Creo que es el momento de pensar en un ‘nosotros’ y no seguir absolutizando nuestros intereses como si fueran los únicos y los más importantes. También es el momento de que los políticos entiendan que mucha de esta situación es su responsabilidad, es lo que han construido a lo largo de los años y que hoy tienen que ser parte de la solución y no dejar que sus intereses políticos los lleven a hacer más complejos los problemas.
Cuando leo las redes y veo el grado de violencia verbal, me preocupo porque estoy seguro que la indignación no es violencia, que las exigencias legítimas no pueden ser una invitación a la negación del otro y sus realidades.
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Leo mensajes incendiarios que tratan de justificar actos violentos, lo cual no sólo me hace dudar de la buena condición de esas personas, sino que me hace sospechar de sus intenciones. Sé que me van a insultar desde los distintos lados por no salir a apagar el incendio con odio, ni alegrarme por el dolor de los otros; lo que sucede es que no tengo vocación de pirómano, ni soy Nerón que disfrutó ver arder a Roma.
La cuestión ya no es de intereses políticos individuales, la cuestión hoy es de humanidad. La humanidad grita.
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: