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“No tengamos miedo de amarnos”: mensaje de Alberto Linero para Navidad

La violencia y la inseguridad que vivimos en nuestra sociedad la comenzamos a vencer cuando dejamos que el amor nos use para construir.

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Alberto Linero / Foto suministrada

Desde la tradición cristiana en esta noche se expresan los mejores valores de la condición humana. En torno a la sencillez del pesebre, el calor de una familia y la humildad de la confesión de fe de Dios que se hace humano, nos decimos cuanto nos amamos, cuanto nos necesitamos y cuanto podemos construir juntos.

Eso es lo que debemos celebrar mientras contemplamos el misterio de un niño en el que Dios se hace realmente presente. No tengamos miedo de amarnos, de decirlo, de demostrarlo; no nos dejemos impulsar por el espíritu arraigado de odio, de violencia, de destrucción que nos hace creer que las expresiones de afecto son ridículas. Hoy es una noche para mirar a los que amamos y hacérselos sentir.

La violencia y la inseguridad que vivimos en nuestra sociedad la comenzamos a vencer cuando dejamos que el amor nos use para construir.

Si, en medio de las diferencias ideológicas, religiosas, sociales y todas las que nos hemos inventado, requerimos la ayuda del otro, sus palabras que inspiran, corrigen, sanan y fortalecen; necesitamos las acciones concretas que nos permitan vivir en justicia y equidad, generando las condiciones para que todos puedan realizarse dignamente.

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No usemos las palabras como armas que destruyan la dignidad de los otros ni dejemos que el egoísmo nos lleve a quitarle a alguien la oportunidad de expresarse y de luchar por sus propios proyectos. Insisto en esto: Somos distintos, pero no desiguales. Diferentes, pero nos necesitamos para ser mejores y más felices en un país en el que podamos desarrollarnos integralmente como individuos para construir una mejor sociedad.

Esa es la idea deNavidad, esa que va más allá de los límites religiosos y se vuelven un impulso para la humanidad entera. Me gusta cuando Antonio Skármeta en su carta a Jesús le dice: ¡Cómo no va a causar alegría tu decisión llena de amor, previendo el sufrimiento del cuerpo, sus fatigas y frustraciones, de hacerte humano! ¡Aceptar la gloria de la imperfección! Y así la belleza de tu nacimiento y la Navidad es más amplia que el tema de la fe. Un humanismo ateo, por ejemplo, puede sentir simpatía apasionada por una deidad que nace en un establo y que al morir fraternalmente entre los hombres no hace una arenga retórica, sino una pregunta: “¿Por qué me has abandonado?”.

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