“Catorce niños y niñas habrían sido abusados en hogar infantil de Medellín”, “Autoridades capturan a tres hombres que habrían abusado de varios niños en Atlántico”… estas son dos de las noticias que leíamos ayer en los distintos medios de comunicación y que no deberían sonarnos extrañas, si nos atenemos a las cifras de Medicina Legal, según las cuales 6.600 niños y adolescentes han sido víctimas de violencia sexual en 2021 en Colombia.
Las regiones con más casos son Atlántico con 376 hechos, Bolívar con 298, Córdoba con 252 y Boyacá con 197. Bogotá también registra un gran número de estos repudiables hechos contra menores, que llega a las 1.532 denuncias.
Se nos inflaman las emociones con estas situaciones, y desde la ira queremos que cada uno de estos criminales pague por sus delitos, así como nos preocupamos por todo el proceso de acompañamiento psicológico que tiene que brindárseles a estos menores, para que puedan superar este duro momento y desarrollarse integralmente.
Creo que hay que dar un paso más y tenemos que cuestionarnos como sociedad ¿Qué nos está pasando, que cada vez son más estas situaciones? ¿Cómo entender que ni los hogares, ni las escuelas, ni siquiera las iglesias, terminan siendo un lugar seguro para los menores? ¿Qué tipo de formación emocional estamos teniendo, que permite la manifestación criminal y enferma de estas personas?
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No basta con pensar en lo punitivo, que es necesario, se requiere que entendamos que hay que hacer algo más. Necesitamos tener protocolos claros y precisos, que no permitan que en las instituciones suceda esto, pero también debe haber una formación integral que ayude a prevenir estas monstruosidades.
Tengamos claro que después del abuso, el daño queda hecho, y aunque seguro se puede hacer todo un trabajo psicológico para que salgan adelante, queda la herida y el dolor. Lo importante es luchar por prevenir que más niños vivan este infierno.
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Las cifras que da Medicina Legal nos retratan como una sociedad enferma, una que se ensaña contra los más débiles y frágiles, aquellos que en realidad deberían ser más protegidos.
No podemos seguir diciendo que los niños son la esperanza, si antes no nos aseguramos de que ellos tengan un futuro esperanzador. Ningún adulto, por cualquiera que sea su autoridad, puede dañarle la vida a un menor. Ojalá entendemos que estos actos siempre tienen que ser repudiados y condenados.
Cuidemos a nuestros niños, ellos merecen vivir tranquilos.
Escuche a Alberto Linero en Mañanas BLU:
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