De las experiencias más expectantes que he tenido en mi vida, ha sido poder presidir la eucaristía en países cuya religión oficial es el Islam y no permiten ninguna manifestación religiosa pública en ningún lugar que no sean los destinados (templos y capillas) para ello. Recuerdo que en Estambul, por ejemplo, presidí la eucaristía en la Basílica Catedral del Espíritu Santo, o también en el Cairo, en San Sergio. Siempre sintiéndonos minoría, pero experimentando el respeto de los que no tienen la misma fe.
Escuche también: ¡Basta de intolerancia!
Y como he tenido la oportunidad de vivir eso, siempre soy muy cuidadoso de no tener ningún tipo de manifestaciones discriminatorias con nadie que no tenga la misma expresión religiosa que la mía. Estoy convencido que Dios no hace acepción de personas y que Él nos ama a todos. No entiendo la fe como una imposición, ni como una camisa de fuerza, sino como una invitación amorosa a vivir como hermanos, sirviéndonos y luchando contra todo tipo de injusticia desde la relación con Dios.
Publicidad
Si hay algo que caracteriza al ministerio de Jesús, es su inclusión a los despreciados, rechazados y marginados por cualquier razón. Todo esto lo digo pensando en el acontecimiento del fin de semana en el que un señor irrumpió en un evento en el que la alcaldesa de Bogotá estaba explicando los beneficios y avances del bicicarril por la Carrera Séptima, el hombre enfurecido le gritó: “En el nombre de Cristo Jesús te reconvengo, estás enseñando cosas irrespetuosas, si te quieres volver homosexual hazlo tú, pero no le enseñes a nuestros hijos».
Más de Linero: Vicente Fernández rechazó trasplante, al parecer, por homofobia
Publicidad
Es un ataque homofóbico, que creo expresa nuestra incapacidad de aceptar y vivir en medio de todo tipo de diferencias. Estoy convencido de que la fe no debe ser fuente de ataques a nadie. Cada uno tiene derecho a vivir desde sus opciones con los criterios morales que considere válidos y que estén contenidos en la legalidad. La formación de los hijos pertenece fundamentalmente al espacio del hogar, donde los padres deben ser ejemplos de vida para ellos, ya que los valores se comunican mejor por el testimonio que los papás le entreguen en la cotidianidad. A los servidores públicos hay que evaluarlos por su gestión pública, por la manera como administran los entes territoriales, y siempre debemos respetarles sus espacios íntimos y personales. No me imagino a Jesús de Nazaret rechazando a nadie. Lo encuentro sirviendo y ayudando a todos.
Escuche la reflexión de Alberto Linero en Mañanas BLU: