Como si no tuvieran con quien confrontar, los integrantes de la Coalición Centro Esperanza decidieron hacerlo entre ellos mismos. No hay día en que no se conozca de un choque de trenes entre algunos de sus miembros. Desde aquel famoso agarrón en público entreIngrid Betancourt y Alejandro Gaviria , hasta el más reciente de Juan Manuel Galán y Carlos Amaya, la opinión pública asiste -sorprendida y aterrada- al triste espectáculo de la garrotera diaria entre amigos.
No era esa, precisamente, la intención de agrupar a varios aspirantes a la Presidencia , con ideas distintas, pero con la madurez suficiente para debatir y superar sus diferencias con altura. No es eso lo que está ocurriendo. Lo que ocurre es una pelea diaria entre perros y gatos, que a la postre -en lugar de dejar vencedores- solo dejará vencidos.
Una profunda reflexión entre todos y un llamado a la calma es lo más apremiante en estos momentos. La campaña no acaba con la consulta. Luego vendrá el acompañamiento de todos los integrantes de la coalición al ganador de la consulta. Y ello es muy difícil que ocurra si las cosas siguen como van. Si bien es cierto que una coalición electoral no es un club de amigos, también es cierto que tampoco es una reyerta barrial. O algo peor: una pelea de cantina.
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