Me impresiona la capacidad que tenemos los seres humanos de acostumbrarnos a todo tipo de realidades. No importa que en un principio nos sorprenda y nos sacuda estructuralmente, al cabo de un tiempo de estar conociendo esa realidad, terminamos creyendo que se trata de una situación que forma parte de nuestra normalidad. Entiendo la función de supervivencia que esta acción mental tiene, pero creo que tenemos que luchar contra ella para no acostumbrarnos a lo que nos está destruyendo personalmente o como sociedad.
Todos necesitamos encontrar herramientas que nos permitan enfrentar esas situaciones y solucionarlas. De alguna manera, acostumbrarnos a ellas es darnos por vencidos. Por ejemplo, creo que la pandemia ha logrado ese cometido, cuando nos hace creer que la cifra de muertes diarias es solo eso: una cifra más; y nos hace olvidar que es una desgracia que cada día mueran tantos seres humanos. Ayer, por ejemplo, 448 familias perdieron un ser querido. Si nos acostumbramos a esos números, seguro no entenderemos el esfuerzo en el autocuidado y en el cuidado de los demás que tenemos que hacer diariamente, sabiendo que no es fácil de ninguna manera.
Pero también lo pienso con esa tragedia de las masacres. Este año ha habido, según cifras de Indepaz, 32 masacres en Colombia, que dejan en total 116 víctimas. Pareciera que hemos perdido la capacidad de sorpresa y de indignación frente a este tipo de hechos. Como sociedad algo tenemos que hacer, porque no es “normal” que esto suceda. No entro a analizar las causas que las explican, pero no es normal y no podemos aceptar el dato y continuar como si nada.
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Por otro lado, ayer el DANE decía que en Colombia 1.7 millones de hogares sólo pueden comer dos veces al día, lo cual muestra las grandes dificultades que la pandemia le ha causado a la dinámica económica del país, dejando en pobreza a muchas personas. No podemos acostumbrarnos a eso.
Lo que propongo hoy es que nos rebelemos contra esa función de querer que todo se vuelva parte del paisaje, que no perdamos la capacidad de sorpresa, que es la que nos puede mover para tratar de cambiar las cosas. Si nos acostumbramos a lo fatal, a lo terrible, seguro no haremos nada. Y no se trata de caer en los extremos fanáticos que creen que encontrando el culpable se soluciona el problema, se trata de actuar con inteligencia, responsabilidad y compromiso en cambiar la situación.
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Escuche aquí la opinión de Alberto Linero: