La vida humana está llena de simbolismos, de experiencias y objetos ordinarios que, por sus características, buscan expresar realidades sublimes. No todo cabe en los conceptos, en las cifras y en los constructos mentales. Hay realidades que exigen de los símbolos para lograr captar todo lo que son y quieren ser. Es en este contexto, donde debemos entender el signo de la ceniza. Un gesto externo que busca mover por dentro a los seres humanos y hacerlos conscientes de su condición precaria y rol humilde en la historia.
Ese polvo mineral de color gris claro, que queda como residuo de una combustión completa, desde el siglo XI ha sido utilizado en la liturgia penitencial de la Iglesia como expresión del corazón de un ser humano sincero, transparente, que se cuestiona, se arrepiente y busca ser cada vez mejor.
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Exactamente la ceniza que se usa este miércoles, es el resultado de la quema de los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año pasado. Esta vez por la pandemia no se pondrá en la frente, sino que agacharemos la cabeza y se nos echará un poco en la coronilla para recordarnos que no somos dioses, que ninguna arrogancia tiene sentido y que la felicidad implica ser capaces de reconocer a los otros como hermanos y ayudarles a realizarse.
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Esa manifestación dará inicio a la cuaresma, un tiempo largo e intenso de preparación para la Pascua, que debe ser asumido como un camino personal para trabajar en esas actitudes que nos destruyen a nosotros mismos y a los que están cerca de nosotros. Más allá del signo externo de untarnos ceniza, podríamos asumir un camino cuaresmal en el que, con la ayuda de Dios, trabajemos en las dimensiones de nuestra vida que no están bien, para que así, al llegar a La Pascua, podamos celebrar que somos mejores seres humanos y creyentes.
Esta puede ser una invitación para todos, los que creen y los que no, porque todos necesitamos tener valores que nos ayuden a realizarnos como personas y a construir una sociedad más justa y equitativa; ya que en una como la nuestra, marcada por la violencia, la corrupción, los fanatismos, y todas esas manifestaciones de maldad, se hace necesario que iniciemos procesos interiores de cambio y conversión. De nada vale echarnos Ceniza si vamos a seguir siendo las mismas personas que con palabras, actitudes y acciones dañan deliberadamente a los demás.
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Escuche la reflexión y el análisis de Alberto Linero en Mañanas BLU: