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Melodías del Caribe: un encuentro íntimo con el vallenato

El Festival Vallenato, una gran congregación de almas que celebran el vallenato y todo lo que representa. Cuando finalmente fui, no me dejé deslumbrar por los grandes eventos que engalanan esta liturgia musical, sino que preferí dirigirme a los patios para encontrarme con amigos, verseadores y cantantes, y así escuchar y entonar historias,

Alberto Linero
Alberto Linero
Foto: Blu Radio.

La combinación de los pitos y los bajos de un acordeón se adentraba cadenciosamente en el ambiente de mi cuarto en aquellas madrugadas distantes de mi infancia. Fue allí donde comencé a tararear las primeras estrofas de los vallenatos de los Hermanos López y los hermanos Zuleta. Debo agradecer a Rodolfo, un talentoso acordeonero que solía poner serenatas todos los fines de semana a una vecina de la casa contigua en mi barrio, ya que gracias a ello desarrollé una afición por esta música que expresa el sentir de toda una región. Mis noches en el seminario siempre estuvieron amenizadas por los vallenatos de Diomedes, los cuales escuchaba con un volumen bajito para no perturbar a nadie en aquel inmenso caserón donde me preparaba para ser presbítero.

También me sumergí en la lectura sobre la forma en que se relatan las historias cotidianas acompañadas de notas musicales, y así fui comprendiendo más mi identidad como este Caribe que soy. Con el tiempo, llegaron las tertulias, las parrandas y las amistades con compositores y cantautores vallenatos. Aprendí estrofas de memoria, conocí las historias que se escondían detrás de muchas canciones e incluso me aventuré a escribir algunos versos para cantar con emoción.

Solo me faltaba asistir al Festival Vallenato , una gran congregación de almas que celebran el vallenato y todo lo que representa. Cuando finalmente fui, no me dejé deslumbrar por los grandes eventos que engalanan esta liturgia musical, sino que preferí dirigirme a los patios para encontrarme con amigos, verseadores y cantantes, y así escuchar y entonar historias, sabiendo que nadie allí puede bailar porque se trata de escuchar y celebrar la vida a través de esas canciones

Me detuve en las esquinas donde la caja, la guacharaca y el acordeón nos recuerdan que somos mestizos alegres y amantes de la vida. Comprendí cómo el paseo tiene una melodía tan sencilla como la del Amor, Amor; cómo el merengue, con sus golpes de bajo, llena de alegría a cualquiera; cómo el son libera los lamentos del corazón humano; y cómo la puya intenta imitar el canto de las aves con su rapidez que estremece a quien la escucha, tal como lo enseña Eibar Gutiérrez en su hermosa canción "La Porfía"

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