Cada vez más me encuentro con jóvenes que sufren de ludopatía. Esta es definida por la OMS como “es una enfermedad que se caracteriza por un fracaso crónico y progresivo en resistir los impulsos de jugar apostando dinero”.
Tristemente se ha investigado poco sobre esta enfermedad, de hecho la última investigación la hizo en el 2018 la Universidad Nacional y los resultados mostraban que más del 19 % de las personas tendría graves problemas de adicción a los juegos de azar, y el 13,7 % algún riesgo, cifras que creo, desde el contacto que tengo con diversas personas, han venido ascendiendo.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación de Psiquiatría Americana, los criterios para tener presente como síntomas de estar enfermo de ludopatía:
- Preocupación excesiva por el juego.
- Necesidad de jugar, incrementando la cantidad de dinero, con el objetivo de lograr la excitación deseada
- Inquietud o Irritabilidad cuando se intenta reducir o dejar de jugar.
- Fracasos repetidos en los esfuerzos para controlar el juego.
- Realizar repetidamente esfuerzos de controlar, reducir o dejar de jugar sin éxito.
- Utilización del juego como vía de escape de los problemas o de alivio del malestar emocional.
- Jugar a menudo cuando se siente angustiado. Intentos repetidos de recuperar el dinero perdido.
- Ocultar y mentir sobre la importancia del juego en su vida.
Poner en peligro o perder relaciones personales, trabajos u oportunidades a causa del juego”.
Algunos autores indican que con solo cuatro de estos síntomas habría que buscar ayuda profesional con urgencia.
El ambiente cada vez es más propicio para la ludopatía por el auge que han tomado las apuestas en línea, y son los padres de familia los que tienen que generar ciertas actitudes en el acompañamientos de los jóvenes: Dar buen ejemplo, supervisar la actividad de sus hijos en las redes, cuestionar y desmitificar el concepto de suerte, tratar de separar deporte de apuestas. Siempre desde un diálogo clara, cercano y argumentado.