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Los beneficios del perdón son inmensos, aunque no siempre inmediatos: reflexión de Linero

Perdonar no es fácil, especialmente cuando quien nos ha herido no muestra arrepentimiento o cuando las cicatrices parecen demasiado profundas para sanar.

Reflexión de Alberto Linero sobre el Salmo 91
Alberto Linero //
Foto: Prensa Alberto Linero

En estos días, en que la barbarie muestra una de sus caras más crueles en el Catatumbo y sentimos impotencia al ver a nuestros hermanos colombianos indefensos, he reflexionado sobre la importancia del perdón. Creo firmemente que la justicia debe prevalecer siempre, pero es el perdón el que ofrece paz al alma y nos permite seguir adelante con algo de sanidad emocional.

Perdonar no es fácil, especialmente cuando quien nos ha herido no muestra arrepentimiento o cuando las cicatrices parecen demasiado profundas para sanar. Sin embargo, el perdón no depende de la otra persona; es un acto profundamente personal, un regalo que nos damos para liberarnos del peso del rencor y del dolor.

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Es crucial entender que perdonar no significa justificar lo que nos hicieron ni minimizar el daño sufrido. Tampoco se trata de olvidar, sino de tomar la decisión de que esa herida no tendrá el poder de definirnos ni de controlar nuestras emociones. Muchas veces confundimos el resentimiento con una forma de justicia, pero en realidad, solo nos mantiene atrapados en un ciclo de sufrimiento que nos impide avanzar.

La dificultad de perdonar suele estar ligada a la idea de que implica una reconciliación obligatoria. Sin embargo, el perdón no exige restablecer una relación con quien nos dañó. Es, ante todo, un acto de amor propio: un proceso de sanación y liberación que ocurre independientemente de la respuesta o el reconocimiento del otro.

Los beneficios del perdón son inmensos, aunque no siempre inmediatos. Al liberar el corazón del rencor, recuperamos nuestra paz interior y nos enfocamos en construir un presente pleno, dejando atrás el dolor del pasado. Incluso desde una perspectiva científica, se ha demostrado que el perdón mejora la salud mental y física, reduciendo el estrés y aumentando nuestra capacidad de disfrutar la vida.

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El perdón no es un acto espontáneo ni sencillo; requiere paciencia, valentía y, en ocasiones, el apoyo de otros. Sin embargo, al alcanzar ese estado, no solo liberamos al otro, sino principalmente a nosotros mismos. El perdón no es una señal de debilidad, sino de fortaleza. Es la decisión consciente de no permitir que el pasado determine nuestro futuro. Al perdonar, no justificamos lo ocurrido; simplemente elegimos estar bien a pesar de ello.

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