Las relaciones de pareja
algunas veces se rompen, lo cual deja heridas y dificultades. Eso es parte de la vida. Pero cuando hay hijos de por medio, la ruptura no significa un punto final absoluto, sino el inicio de una nueva etapa que exige madurez, respeto y, sobre todo, responsabilidad emocional.
Admiro y valoro mucho a Shakira
. Creo que es la mejor exponente artística de Colombia pero me genera mucha inquietud la manera como ha convertido su duelo en canciones llenas de indirectas y reproches. Es comprensible que el dolor y la decepción necesiten una vía de escape, pero cuando hay niños involucrados, la exposición constante del conflicto se convierte en un problema. No se trata de defender lo indefendible ni de romantizar errores ajenos, sino de entender que hablar mal del otro impacta directamente en quienes menos culpa tienen: los hijos
.
Cuando denigramos a un ex, no solo estamos lanzando un dardo contra esa persona, sino también contra la estabilidad emocional de nuestros hijos. Porque, nos guste o no, esa persona sigue siendo su madre o su padre, y ellos llevan en su identidad una parte de ambos. Escuchar comentarios negativos sobre su progenitor puede generar confusión, culpa e incluso afectar su autoestima
.
Hablar bien del ex no significa negar el dolor o la frustración que pudo haber dejado la relación, sino elegir la sabiduría sobre el resentimiento. Es reconocer que el amor se transforma, pero no desaparece del todo cuando hay un vínculo tan fuerte como la crianza. Los hijos necesitan crecer en un ambiente donde prevalezca el respeto
, no la guerra de egos.
Si el final de la relación fue difícil, es válido buscar espacios para sanar, ya sea con terapia
, con amigos o con la introspección. Pero ventilar rencores en público, y peor aún, usarlos como bandera de identidad, no ayuda a nadie. Madurar es aprender a gestionar las emociones sin que los demás paguen las consecuencias.
Si realmente queremos lo mejor para nuestros hijos, el reto es claro: dejemos de usar el pasado como un arma y construyamos, con inteligencia y generosidad, una nueva relación
basada en el respeto. Porque al final, hablar bien del ex no es un favor que le hacemos a él o a ella, sino un regalo que le damos a nuestros hijos.