"Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos." (Gabo, cuentos peregrinos).
Volví a releer esta cita de García Márquez ahora que se ha publicado su novela póstuma "Agosto nos vemos", porque creo que muestra una de las opciones del Nobel en su vida: ser amigo de sus amigos.
Como un gran literato, él es capaz de mostrarnos en la profundidad de los relatos la complejidad de las emociones humanas. Sus frases parecen iluminar el foso del corazón en el que los humanos tratamos de entender la vida. Me emociona volver a encontrarme con esas frases y esas expresiones de nuevo.
Es que los que idolatramos a algunos autores queremos saberlo todo de ellos, y celebramos cada nueva manifestación de su genialidad que encontramos. Todavía no puedo hablar de la novela, no la he leído; ya habrá tiempo para ello. Pero sí puedo insistir en la necesidad de cuidar a los amigos, después de todo, la felicidad está determinada por la calidad de nuestras relaciones.
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El psiquiatra y psicoanalista Robert Waldinger de Harvard insiste: "Cosas tan pequeñas como llamar a un amigo, mandarle un mensaje solo para saludar o llamarlo por teléfono, mandarle un correo, y en particular sacar tiempo para dar un paseo, para tomar un café... cualquier cosa, pero hacer planes de manera habitual con la gente a la que quieres mantener en tu vida cotidiana" son las que mantienen el vínculo y generan bienestar personal.