"El bienestar debería ser una de las metas importantes de la educación ", afirmó Rafael Bisquerra en una cita que invita a la reflexión sobre el propósito fundamental de la enseñanza. ¿De qué sirve la adquisición de conocimientos y el desarrollo de competencias cognitivas si no contribuyen al bienestar y la realización personal de los individuos?
Es esencial reconocer la estrecha relación entre educación y felicidad. Esta última no debería limitarse a ser simplemente un resultado final del proceso educativo, sino que debe integrarse como una vivencia constante a lo largo de todo dicho proceso. La educación no solo debe apuntar hacia la felicidad, sino también emanar desde ella.
Este enfoque demanda un compromiso significativo por parte de todos los actores involucrados en la educación, tanto profesores como padres. Deben encontrar satisfacción y propósito en su labor educativa, y el entorno físico en el que se desarrolla esta labor debe propiciar un estado de ánimo positivo. La infraestructura y los recursos juegan un papel fundamental como catalizadores para una educación orientada hacia la felicidad.
Lamentablemente, en muchas ocasiones, especialmente en regiones apartadas y en la educación pública, las condiciones necesarias para que el proceso educativo sea una fuente de felicidad no están presentes. Sin estas condiciones adecuadas, el objetivo de la felicidad en la educación se convierte en una mera ilusión.
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Recientemente, Great Place To Study, una organización global reconocida por su labor en la evaluación de instituciones educativas, destacó a 38 colegios a nivel regional por su excepcional compromiso con el bienestar de la comunidad educativa. Aunque es motivo de satisfacción que 34 colegios colombianos hayan sido reconocidos en este listado, resulta preocupante la ausencia de colegios públicos en él. Esto señala una clara tarea pendiente en términos de equidad y calidad educativa.
La calidad de la educación no solo se mide por el nivel de conocimientos adquiridos, sino también por el impacto positivo que tiene en la vida de quienes la reciben. Por lo tanto, es imprescindible que se trabaje activamente para integrar el bienestar y la felicidad como componentes centrales de la experiencia educativa, garantizando así un desarrollo integral de los individuos y una sociedad más equitativa y próspera.