Le dije a mi hermana que me siento orgulloso de que sea la líder de su grupo de investigación, inmediatamente con determinación me miró y me dijo que sí, que ella es la “Lideresa” de equipo, recordé enseguida la necesidad de usar un lenguaje más inclusivo, porque no podemos olvidar que él es una expresión de nuestro pensamiento, un reflejo de los usos y costumbres de una sociedad y cultura determinadas, y si seguimos utilizando expresiones masculinas para algunas profesiones o servicios, o haciendo el plural sólo en masculino, terminaremos fortaleciendo estereotipos que discriminan a las mujeres y son causa de mucha de la violencia contra ellas.
Le pedí disculpas y le dije que sí, que tiene toda la razón, que atornillarnos en algunos usos sexistas del lenguaje, no nos hace bien. Este episodio lo recordé al escuchar la noticia de Diana Heredia, estudiante de la Corporación Universitaria de Ciencia y Desarrollo, en Bucaramanga, quien a través de una tutela, logró que su universidad la graduara como “abogada” y no como “abogado”.
A muchos puede parecerle algo sin importancia, y por ejemplo, seguimos diciendo “médicos” para referirnos a hombres y mujeres que ejercen esta profesión, pero realmente lo que hacemos es reforzar y justificar las relaciones de desigualdad.
Según la ONU mujeres, en su publicación “Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia” de las 37 mil millones de horas que se dedican anualmente al cuidado y bienestar de la población sin recibir pago, 29 mil millones corresponden a las mujeres, mientras que los hombres dedican 8 mil millones de horas. Muchos para oponerse al uso del lenguaje inclusivo, expresan las razones lingüísticas y las características del idioma castellano, como si este fuera una realidad muerta e inamovible, como si constantemente la RAE no estuviera aceptando nuevas palabras que expresan de mejor manera la forma en la que vivimos.
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Seguimos siendo machistas y nos cuesta aceptar y trabajar en sostener relaciones desde la igualdad, que no implican desconocer las diferencias, ni homogeneizar todo, pero sí entender que las mujeres no necesitan nuestra condescendencia de machos, sino un trato equitativo y las mismas oportunidades.
Por otro lado, no son pocos los que se burlan del uso de la letra «e» como marca de género, por ejemplo “todos, todas y todes”, yo creo que es válido, porque agrega a personas que no se sienten incluidas desde los géneros tradicionales.
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Sé que nos cuesta dejar de ser machistas, pero tenemos que hacerlo si queremos ser realmente felices.