Ante los 50.000 fieles que asistieron a la Misa Dominical en el Vaticano, el papa Francisco en medio de las referencias a la vida de Giovanni Battista Scalabrini y Artemide Zatti, nuevos santos de la Iglesia Católica, realizó una invitación a aprender de la historia.
Exactamente, mientras recordaba el inicio del Concilio Vaticano II hace 60 años, dijo: “¿Por qué no aprendemos de la historia? En esos tiempos hubo conflictos y tensiones, pero se eligió el camino de la paz”. La afirmación es una invitación que se debe asumir en todas las dimensiones de la existencia por aquellos que quieran ser felices y desarrollar realmente su proyecto de vida.
El pasado, por mucho que se quiera, no se puede cambiar y tiene que ser asumido como un maestro de vida que nos muestra los caminos equivocados o exitosos que hemos decidido recorrer y las consecuencias que han traído para nuestro presente. Extrañamente, el ser humano parece negarse a aprender de su pasado y se esfuerza por repetirlo más cruelmente. Así lo atestigua la constatación permanente de las destrucciones que causa la guerra y la manera terca en la que se sigue usando como el instrumento para solucionar los problemas.
Cuando en Colombia se habla de diálogos de paz y de ejercicios de consensos, creo que vale la pena mirar hacia atrás y darnos cuenta de que la violencia no ha generado nada bueno, que eliminando o intentando eliminar al otro no se han solucionado los complejos conflictos que nos asisten como nación, sino que los hemos profundizado y potenciado.
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Pero también, por otro lado, cada uno en su fuero interno debería revisar si le es útil y constructivo seguir repitiendo rutinas de vida o soluciones de problemas que ya han fracasado en el pasado.
La expresión del papa Francisco es una oportunidad para que como país, y a la vez como personas, nos cuestionáramos qué aprendizajes hemos tenido del ayer y nos esforzamos en no repetir errores que tanto nos han hecho sufrir. Ya que eso no solo no es inteligente, sino que no garantiza felicidad. Aprender de la historia es una bella lección del Papa para nosotros hoy.
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