Ayer, Domingo de Ramos, nos dejó algunas estampas muy elocuentes de estos tiempos que vivimos, como la que llegó del Vaticano de una celebración del papa Francisco con menos personas que las acostumbradas para estos ritos, pero en la que había toda la piedad necesaria; o las de las calles de Jerusalén, donde muchos de los 12.000 cristianos que viven en la Ciudad Santa, participaron de la procesión que conmemora la entrada triunfante de Jesús a esta ciudad, pero sin la gran presencia de peregrinos, como normalmente se acostumbraba todos los años.
Es que definitivamente la pandemia nos sigue restringiendo la vida, aún en cuestiones tan sublimes para nosotros como las manifestaciones de fe. Las cifras de contagio y de fallecidos continúan subiendo, y nos enfrentan a situaciones muy dolorosas. Por ejemplo, en Barranquilla se registró la muerte de tres médicos en menos de 3 días: Carlos Salgado, Nadim Said Hashem y Jason Marín, quienes perdieron la batalla con este virus en medio de todo el servicio que prestan en la primera línea; también se nos informa que en esta ciudad hay actualmente un alto número de médicos que se encuentran hospitalizados tras haberse contagiado, lo que les ha llevado a tener complicaciones en sus condiciones de salud.
La situación es dolorosa y preocupante, y nos exige ser más estrictos en el cumplimiento de las normas de bioseguridad. Tal vez el cansancio emocional de todas las restricciones, la esperanza que nos ha generado todo el proceso de vacunación y las necesidades económicas que se tienen, nos han podido ocasionar que nos relajemos y bajemos la guardia.
No creo que este sea un momento adecuado para buscar culpables, sino más bien para motivarnos a seguir cumpliendo las medidas de seguridad. Por ejemplo, en este tiempo de Semana Santa, necesitamos entender que lo más importante que tenemos y debemos cuidar es la vida y que no podemos ponerla en riesgo innecesariamente. Es un buen tiempo para reconciliarnos con nuestros proyectos de vida, plantearnos acciones creativas que nos ayuden a conquistar nuestros objetivos, evitar comportamientos que dañen a los otros o los pongan en riesgo. Esa es la mejor manera de vivir este tiempo.
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Hay que buscar fuerza en nuestro corazón para seguir cuidándonos a nosotros y a los que amamos. No olvidemos que al final de esta semana lo que celebraremos será el triunfo de la vida sobre la muerte; cuidarnos todos nos asegurará esa victoria.